Encontrar un zapato perdido y sin su par, genera estupor. Produce casi el mismo efecto que el encontrar una rata.
Por Tamara Ruiz de Azua
Siempre me ha causado una gran conmoción encontrar un zapato desparejado…los he visto en calzadas, carreteras, caminos de baja montaña e incluso colgados por sus cordones en líneas de tendido eléctrico….¿Cómo puede alguien perder u olvidar un zapato en lugares como ésos? Y si no es olvido ni pérdida, ¿cómo puede llegar hasta allí un zapato?.
Encontrar un zapato perdido y sin su par, genera estupor. Produce casi el mismo efecto que el encontrar una rata, un rechazo inconsciente que no sé si se debe a lo absurdo de la imagen o a la falta de la pareja que crea la simetría perfecta en nuestro ideario visual de cómo deben presentarse los zapatos.
En el año 2015 pude asistir en Bogotá a una exposición fotográfica y videoinstalación en el que se trataba el tema del zapato humillado, dentro de un contexto social de marginalidad. Puesto que ni en Colombia ni en España vamos a encontrar zapatos aislados ni en el barrio de Usaquén de Bogotá, por muy bohemio que sea, ni en el barrio de Salamanca de Madrid, por muy lo que sea que sea.
Ahora bien, sorprendentemente sí existe un lenguaje secreto de las zapatillas colgantes. Una práctica que consiste en adornar las calles con calzado de todo tipo colgando de los cables telefónicos y de la luz. Existen algunos blogs dedicados a recoger fotografías de calzado aéreo (principalmente zapatillas) alrededor del planeta habitado y aseguran que esta costumbre se inició en los barrios conflictivos de EEUU.
Las interpretaciones van desde que unas zapatillas colgadas de un cable simbolizan el ‘trofeo’ por un asesinato de la mafia ocurrido en el lugar, otras apuntan a que es un código secreto de las bandas callejeras para marcar el territorio o señalizar los puntos de suministro de drogas.
Después de muchos años, esta actividad se convirtió en una forma de crear arte, sobre todo en Europa, en donde retomaron la parte visual y comenzaron a decorarla en colores y se convirtieron en pasajes artísticos urbanos, tales como el graffiti o los murales. La nueva forma de comunicar de estos tenis colgados se conoce como shoefiti.
Como curiosidad, podíamos decir que estuviéramos 25 años atrás, cuando el servicio militar era obligatorio en España, sabríamos que era obra de los reclutas que habían terminado la mili. A finales de los años 80, era costumbre, frente a muchos cuarteles del ejército ver estas zapatillas colgadas en los tendidos eléctricos. La licencia solía ir acompañada de esta costumbre, que se fue perdiendo de manera lógica.
y las hay también más pueriles, aunque no menos sorprendentes, como las que apuntan que indican la pérdida de la virginidad, que sin duda al igual que la zapatilla deja huella.