El amor verdadero puede superar los errores y malentendidos, que a veces, el camino hacia la reconciliación comienza con un simple acto de humildad y una carta sincera.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En la bella ciudad de Valencia, bajo un cielo que a veces parecía tan vasto y lejano como su propia felicidad, vivía Adán, un hombre cuyo corazón latía al ritmo de los recuerdos de su amada Ana. Tras una pelea que los separó, Adán se encontraba navegando en un mar de remordimiento y esperanza.
El apartamento de Adán, una vez lleno de risas y conversaciones que se extendían hasta el amanecer, ahora resonaba con el silencio de la soledad. Cada rincón le recordaba a Ana, cada objeto contaba una historia de un amor que aún latía fuertemente en su corazón.
«Pienso en ti y no te olvidaré… y me quedaré contigo y no me desesperaré», murmuraba Adán, mientras caminaba por las calles adoquinadas de Valencia, buscando en cada rostro un reflejo del suyo. Aunque Ana estaba ausente físicamente, para él, ella estaba presente en cada suspiro, en cada amanecer y atardecer.
La pelea que los había separado parecía ahora trivial, un desacuerdo que había crecido como una sombra en un día nublado. Adán se culpaba por su reacción, por las palabras dichas en el calor del momento, palabras que ahora pesaban como cadenas en su corazón.
«El amor está prohibido después de años… se desperdicia en una o dos palabras», reflexionaba Adán, lamentando cómo un amor tan profundo podía verse amenazado por un momento de ira. «Amada mía… tú y yo somos seres humanos… nuestro error sigue siendo involuntario», se decía, deseando poder retroceder el tiempo y elegir sus palabras con más cuidado.
Adán recordaba los momentos felices con Ana, los pequeños detalles que hacían que cada día fuera especial. El olor de su perfume, su risa contagiosa, la forma en que sus ojos brillaban cuando compartían sus sueños y planes para el futuro.
Una noche, mientras miraba las estrellas desde su balcón, Adán tomó una decisión. Escribiría una carta a Ana, una carta en la que derramaría su corazón, expresando su arrepentimiento y su inquebrantable amor por ella. «Ven… di cualquier cosa… y seguramente nos reconciliaremos después de eso», escribió, sus palabras tintadas de un deseo ferviente de reconciliación.
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