Un hombre cuyo amor por su pareja va más allá de las palabras, un amor que se comunica en silencio, a través de sueños y pensamientos compartidos, demostrando que el verdadero amor no conoce límites ni barreras.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En un rincón pintoresco de Valencia, vivía Alejandro, un hombre cuyo amor por Eli trascendía la distancia y el tiempo. Sus corazones estaban conectados de una manera que iba más allá de lo ordinario, una conexión que Alejandro creía que era telepática.
Alejandro se encontraba a menudo perdido en sus pensamientos, especialmente mientras trabajaba y escuchaba música. Cada melodía lo llevaba de vuelta a Eli, a los recuerdos compartidos y a los sueños futuros. El próximo cumpleaños de Eli estaba cerca, y luego vendría el suyo, ambos en la primavera, una estación que siempre había simbolizado su amor floreciente.
«Eli, mi amor, ¿alguna vez has sentido que estamos conversando en silencio, a través de nuestros pensamientos?», se preguntaba Alejandro. Sentía a Eli presente en cada momento, su risa resonando en su mente, su presencia palpable incluso en la distancia.
Alejandro pasaba las tardes planeando la velada perfecta para el cumpleaños de Eli. Imaginaba una cena a la luz de las velas, decorando el comedor y su habitación con flores, pensando en llevar algo especial que a Eli le encantaría. Visualizaba un paseo al lado de un lago, ambos descalzos sobre el pasto, en un lugar tranquilo, solos ellos dos, rodeados de vegetación y calma.
La idea de vivir juntos en Valencia ocupaba un lugar especial en su corazón. Alejandro soñaba con los pequeños detalles de su vida cotidiana: ayudando a Eli a colocarse su corbata por la mañana, esperándola ansiosamente después del trabajo. Imaginaba cómo sería su vida juntos, llena de felicidad y amor.
Alejandro no podía evitar sentir que su amor había alcanzado un punto de conexión profundo y misterioso. «¿Es posible que ambos hayamos estado pensando en lo mismo, que nuestros corazones estén en sintonía incluso en el silencio?», reflexionaba. Esta sensación lo llevaba a creer en la telepatía del amor, una conexión que solo el verdadero amor podía forjar.
Mientras miraba una foto de Eli, Alejandro veía en sus ojos un universo entero, dos pájaros volando libremente, símbolos de su amor sin ataduras. Sentía que su corazón viajaba como una paloma sobre la palma de sus manos, un viaje que solo su amor podía emprender.
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