En el café donde se conocieron, Alejandro y Clara no solo recordaron el inicio de su amor, sino que también celebraron el renacimiento constante de su unión.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En callejuelas del antiguo barrio de Valencia, donde la historia murmura en cada esquina y el aroma del café recién hecho llena el aire, Alejandro y Clara compartieron su primer encuentro. Fue en un pequeño café, escondido entre las sombras de los edificios antiguos, donde la casualidad los unió, pero fue el destino el que selló su conexión.
«Alejandro, ¿alguna vez has sentido que el mundo se detiene, solo por un segundo, cuando nuestras miradas se encuentran?» Clara rompió el silencio, su voz era suave pero clara en la quietud del café.
Alejandro sonrió, mirándola con una ternura que solo el amor verdadero puede engendrar. «Clara, en tu ausencia, el mundo no solo se detiene; se desvanece. Eres el color en mi lienzo, la música en mi silencio.»
Ellos habían vuelto al café donde todo comenzó, no solo para recordar, sino para celebrar el viaje que habían emprendido juntos. Cada visita era un renacer, un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, su amor había florecido como la rosa que Clara describía.
«Recuerdo nuestra primera conversación aquí, como si fuera ayer», continuó Clara, «fue aquí donde aprendí que el amor puede ser tan simple como compartir un café, y tan profundo como el mar que baña nuestras costas».
Alejandro tomó su mano sobre la mesa, sus dedos entrelazados como los hilos del destino. «Y es aquí, en este mismo lugar, donde me doy cuenta de que cada día a tu lado es un descubrimiento. Contigo, cada momento es un sueño del que nunca quiero despertar».
El café, con sus paredes que guardaban secretos de amores pasados y presentes, se convirtió en testigo de su promesa eterna. Prometieron nunca dejar que el otro se sintiera como un cuadro descolorido o una historia incompleta. Juntos, completarían el lienzo de su amor con los colores más vibrantes y escribirían su historia con palabras llenas de pasión y vida.
«¿Es posible que el ojo duerma, Clara?» Alejandro replicó la pregunta que ella le había hecho tiempo atrás, con una sonrisa juguetona.
«Solo si es en tus brazos, Alejandro, donde encuentro mi paz y mi hogar», respondió Clara, su mirada brillando con un amor inquebrantable.
En el café donde se conocieron, Alejandro y Clara no solo recordaron el inicio de su amor, sino que también celebraron el renacimiento constante de su unión. En el corazón de Valencia, su amor continuó floreciendo, un testimonio de que el verdadero amor no solo sobrevive, sino que prospera, transformando cada día en una obra maestra.
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