Entre Cenizas y Estrellas: La Canción de Nuestro Amor

Este amor entre Alejandro y Clara, tejido de recuerdos y sueños, de palabras no dichas y caricias eternas, era un testimonio de la inquebrantable fuerza del amor verdadero. Un amor que desafiaba el tiempo y el espacio, que se elevaba por encima de la mundanidad de la existencia para convertirse en algo sublime, en un eco de un amor inolvidable que resonaría a través de las edades.

Por Ehab Soltan de El diario de clara y Alejandro

Hoylunes – Alejandro siempre había sentido que la presencia de Clara en su vida era una obra maestra divina, una fusión de arte y amor que desafiaba toda lógica. «Clara», susurraba con un tono lleno de admiración y asombro, «contigo, toda sabiduría me abandona, pero a cambio, me regalas belleza. Por favor, sonríe… es un reflejo de la creatividad de Dios en este mundo».

La voz de Clara, suave y melódica, era como música para Alejandro, una dulce sinfonía que tocaba su alma. Era un sonido tan familiar y reconfortante que se había convertido en el fondo musical de su vida. «Tu voz es mi melodía preferida», decía, «ligera, profunda y capaz de llevar tristeza y alegría en la misma nota».

Era imposible para Alejandro no enamorarse cada día más de Clara. Cada rasgo de su rostro era un verso en la poesía de su amor, inspirando los textos que fluían de su pluma. «Tu rostro es el lienzo de mis palabras», confesaba, «y tus ojos, el faro que guía mi pluma en la oscuridad».

El cabello de Clara se extendía sobre Alejandro como un manto de estrellas, cada hebra brillando con la promesa de sueños sin fin. «Tu cabello es un enrejado bajo el cual encuentro refugio», le decía, «y cada mechón es un susurro de amor que acaricia mi ser».

Alejandro veía el mundo a través de Clara, su presencia convertía lo ordinario en extraordinario. «Contigo, cada vestido se convierte en un santuario, cada sonrisa en un hogar», le aseguraba. Clara era su hogar, su madre patria en un mar de incertidumbres.

Desde el momento en que Clara descorrió el velo de la maternidad de Alejandro, transformó su noche en día, su sueño en realidad. «Contigo he aprendido a cubrirme con las plumas de tu ternura», admitía, «y en tu abrazo, encuentro el descanso que había olvidado».

Clara no solo ocupaba su corazón, sino cada espacio de su existencia, robándole la mitad de las sábanas y toda su atención. «Me dejas como un montón de ceniza», decía Alejandro, «pero una ceniza dispuesta a encenderse de nuevo con solo una chispa de tu amor».

La historia de Alejandro y Clara es un testimonio del poder transformador del amor, una danza eterna entre dos almas destinadas a encontrarse. En la música de su existencia, en el arte de su ser, Alejandro encontró su verdad: estaba irremediablemente y felizmente acostumbrado a Clara, a su belleza, a su esencia. Y en esa costumbre, en ese hábito de amar, encontró la libertad más dulce.

«Entre Cenizas y Estrellas: La Canción de Nuestro Amor», es más que un título; es una promesa, un juramento de amor eterno que va más allá del tiempo y el espacio, resonando en cada palabra, cada mirada, cada silencio compartido. En Clara, Alejandro encontró su universo, y juntos, crearon una sinfonía de amor inquebrantable.

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