En el Laberinto del Amor: La Confusión de Alejandro

Clara había sonreído, pero Alejandro había visto la duda en sus ojos. Ella también buscaba respuestas, también quería saber si lo que sentían era real.

Por Ehab Soltan de El diario de Clara y Alejandro

Hoylunes – Alejandro se encontraba sentado en un pequeño café, perdido en sus pensamientos. La lluvia caía suavemente, y el murmullo de las gotas contra la ventana reflejaba la tormenta interna que sentía. Desde hacía meses, una pregunta lo perseguía, una pregunta que le robaba el sueño y lo mantenía en un estado de perpetua confusión: ¿Cómo amaba a Clara?

Cada vez que pensaba en Clara, un torbellino de emociones lo invadía. Recordaba la primera vez que la vio, cómo su risa había llenado la habitación y cómo su mirada había capturado su atención de inmediato. Se había sentido atraído hacia ella como un imán, y desde ese momento, su vida había dado un giro inesperado.

Sin embargo, el amor no era un camino de rosas para Alejandro. Clara era una mujer sencilla, con sueños y deseos que a menudo parecían tocar el cielo. Él hablaba de viajar por el mundo, de conocer lugares exóticos y de vivir aventuras, mientras que Clara se encontraba anclada en su rutina diaria, atrapada entre el trabajo y sus responsabilidades.

A pesar de sus diferencias, había algo en Clara que lo hacía seguir adelante. Su sonrisa, su energía, y su manera de ver el mundo lo inspiraban. Pero cada vez que intentaba poner en palabras lo que sentía, se encontraba atrapado en un laberinto de dudas. ¿Era amor lo que sentía? ¿O era simplemente una fascinación pasajera?

Alejandro recordó una conversación que había tenido con Clara unos días antes. Estaban caminando por el parque, y ella le había preguntado de repente: «¿Cómo sabes que me amas?» Alejandro se había quedado sin palabras. No sabía cómo responder. «No lo sé…» había dicho finalmente. «Solo sé que cuando estoy contigo, todo parece tener más sentido».

Clara había sonreído, pero Alejandro había visto la duda en sus ojos. Ella también buscaba respuestas, también quería saber si lo que sentían era real. «Verás, te amo tanto…» pensaba Alejandro. La frase resonaba en su mente como un eco constante. ¿Por qué era tan difícil saber si realmente la amaba? ¿Por qué sus pensamientos corrían en todas direcciones cada vez que intentaba encontrar una respuesta?

Alejandro suspiró y se llevó la taza de café a los labios. El sabor amargo le recordó que la vida no siempre era dulce. «¿Sientes que te amo?… no lo sabes» murmuró para sí mismo. Era una pregunta que lo mareaba, que lo dejaba sin aliento.

De pronto Alejandro recordó la respuesta de Clara mientras él le preguntaba: ¿Cómo me amas?

Cariño mío, si me preguntas cómo te amo… no tengo palabras para describir nuestro amor, fui un alma errante buscándote hasta que te encontré, mi amor no habita en la razón y es más que tocar un cuerpo físico, aún cuando nos habitaran siglos enteros.

Sabes amor mío, en el pasado no conocí el concepto de un amor puro, aquel que se encuentra en la delicadeza de la expresión máxima del amor, en el respeto, la comprensión, la confianza, la comunicación, las dulces palabras de amor, en los abrazos, en las risas, en los gestos de cuidado y protección, en la promesa de vida y en la conexión máxima de nuestras almas.

Siempre imaginé que la palabra amor era algo sublime, pero supe su descripción hasta que te conocí y lo viví plenamente, porque aún sin tocar tu cuerpo, pude tocar tu alma y sentir una gran conexión… mi anhelo es que habites mi cuerpo y mi alma por siempre, más allá de las limitaciones físicas que ambos pudiéramos experimentar.

Cuando me preguntas cómo te amo, no existen dudas de mi amor por ti, por el contrario, confirmo que lo que siento por ti rebasa cualquier entendimiento humano… eres el refugio y consuelo de mi alma.

En ese momento, se dio cuenta de algo crucial. No necesitaba tener todas las respuestas. No necesitaba saber con certeza cómo amaba a Clara. Lo que importaba era que su amor, con todas sus dudas y confusiones, era real. Era un amor imperfecto, lleno de preguntas y sin garantías, pero también era un amor sincero y profundo.

Alejandro sonrió para sí mismo. Entendió que amar a Clara significaba aceptar la confusión, abrazar la incertidumbre, y vivir cada momento con intensidad. No importaba si nunca encontraba una respuesta clara a su pregunta. Lo que importaba era que estaba dispuesto a seguir adelante, a amar sin condiciones y a dejar que el amor, con todas sus complejidades, fuera su guía.

Con esta nueva comprensión, Alejandro se levantó del café y caminó hacia el parque donde solía encontrarse con Clara. Estaba listo para enfrentar su confusión, para aceptar sus dudas, y para amar con todo su corazón. Porque, al final del día, amar a Clara era lo que le daba sentido a su vida, y eso era todo lo que necesitaba saber.

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