El milagro silencioso de Diciembre

Una invitación a volver a lo esencial: cuando diciembre deja de ser consumo y recupera su capacidad de sanar, unir y recordar.

 

Por Claudia Benítez

HoyLunes – Entramos en este mes con la esperanza brillando en nuestros ojos, tratando de iluminar nuestros corazones. En mi artículo “El eco detrás de las luces”, muestro como el mercado convierte esta temporada en un cúmulo de consumo, transformándola en un modelo de perfección que condiciona nuestra visión de la felicidad y nos conducen a la frustración, exigiéndonos una actitud frente a la existencia que nos deja un vacío profundo y lo termino haciendo énfasis en el recuerdo, en el cual nos reconocemos y nos ayuda a vivir. La publicidad —aunque manipula y condiciona— también tiene la capacidad de despertar en nosotros emociones profundas y de conectarnos con elementos esenciales de nuestros sentimientos.

La felicidad también es un gesto mínimo entregado sin reservas.

Hoy, al escuchar una vieja publicidad …“Felicidad es todo aquello que se brinda sin reservas, una flor, un beso, la ternura del amor. La Navidad es todo aquello que nos hace recordar que la vida es bella, que diciembre es amor”… recuerdo que en estas épocas de fin de año esperaba la calidez de las ceremonias familiares, esas costumbres que nos acompañan con el paso del tiempo y que fortalecen nuestra resiliencia en los momentos difíciles. Es la remembranza de un aroma, un sabor, un juego, una sonrisa, los cantos, lo que termina sosteniéndonos en medio de la dramática realidad.

Las tradiciones sostienen lo que la memoria abraza: el hogar, la pertenencia, lo compartido.

Esa canción me envuelve en su visión luminosa de este tiempo de conciliación, con imágenes que rescatan lo esencial, lo humano, lo cálido. Justamente ese contraste nos invita a mirar más allá del brillo superficial. Los versos, tan sencillos como profundos capturan con precisión la esencia de lo que realmente necesitamos en estas fechas. Más allá de los adornos, las luces y las tradiciones, diciembre se convierte en un espacio simbólico donde la humanidad vuelve a reconocerse en sus valores más íntimos: la generosidad, la ternura, la gratitud y la esperanza.

En tiempos marcados por la prisa, la incertidumbre y el cansancio emocional, estos versos actúan como un recordatorio urgente de lo que realmente da sentido a nuestra existencia. La felicidad no es una meta lejana ni un premio reservado para unos pocos; nace cuando se ofrece sin reservas, cuando se comparte lo simple y auténtico. Una flor, un gesto, un abrazo.

Pequeñas cosas que, sin embargo, contienen la esencia misma del amor. Diciembre transforma nuestro presente con esa capacidad mágica de detenernos y devolvernos una mirada más humana sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Nos invita a recordar que la vida es bella incluso cuando parece contradictoria, con su mezcla de nostalgias y celebraciones, también se transforma en un acto colectivo de renovación. Es un mes que nos permite creer —aunque sea por un instante— que es posible empezar de nuevo.

Más allá del brillo comercial, diciembre guarda rincones donde todavía es posible respirar esperanza.

Hoy, más que nunca, necesitamos esa chispa de esperanza. Necesitamos creer en la fuerza del afecto, en la solidaridad, en las pequeñas luces que encendemos unos en otros. Necesitamos renovarnos al recordar que la vida es bella.

Tal vez ese sea el verdadero milagro de esta época: la posibilidad de reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos para poder compartirlo con los demás.

Claudia Benitez. Escritora.

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