En un mundo ruidoso, Maribel es refugio con nombre de mujer. Inspira confianza, dulzura y firmeza. Quienes lo llevan, a menudo, son guardianas de lo esencial, mujeres que hacen del cuidado una forma de arte.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – Hay nombres que no se pronuncian: se susurran, se intuyen, se cargan de ecos antiguos como una campana en el alba. «Maribel» es uno de ellos. Suena a brisa de mediodía, a jardín secreto, a mujer que escribe con los hilos del alma. Pero ¿qué guarda realmente este nombre tan cercano y tan enigmático?
«Maribel» nace de la fusión entre dos nombres que atraviesan los siglos: María e Isabel. El primero, de raíz hebrea, significa “la elegida” o “la amada de Dios”; el segundo, también de origen hebreo, puede traducirse como “promesa de Dios” o “Dios es mi juramento”. Así, Maribel lleva en su interior una doble promesa: la elección y la fidelidad, la ternura y la fuerza.
Pero hay más. El nombre también se ha asociado popularmente a “belleza del mar”, por la conjunción de “mar” e “Isabel”, como si en algún rincón poético se hubiera querido hacer de Maribel una criatura nacida entre olas, corales y estrellas sumergidas.
Aunque su uso se popularizó en España y América Latina en el siglo XX, «Maribel» tiene un alma que parece anterior a las modas. Fue nombre frecuente en los años 60 y 70, ligado muchas veces a mujeres sensibles, artísticas, de una espiritualidad callada pero intensa. Es un nombre que aparece en letras de canciones, novelas familiares, y registros de quienes abrazaban lo sencillo como forma de grandeza.
En el cine y la televisión, Maribel suele ser el nombre de mujeres intuitivas, madres de mirada dulce, o heroínas silenciosas que no buscan protagonismo, pero acaban sosteniendo el relato desde dentro.
Actualmente, en España hay más de 36.000 mujeres llamadas Maribel, según el INE. Las comunidades con mayor presencia son «Andalucía, Castilla-La Mancha y Comunidad Valenciana», seguidas por Madrid y Cataluña. Su popularidad alcanzó su punto álgido en los años 60 y 70, aunque hoy se mantiene como un nombre clásico con aire sereno.
Muchas mujeres notables han llevado este nombre a la esfera pública: – Maribel Verdú, actriz española con una carrera internacional, premiada por películas como Blancanieves o El laberinto del fauno.
– Maribel Guardia, artista costarricense-mexicana reconocida en música, televisión y teatro.
– Maribel Pérez (Belle Pérez), cantante belga de raíces españolas.
– Maribel Domínguez, histórica futbolista mexicana que cambió la percepción del deporte femenino en su país.
– Y en la literatura reciente, destaca Maribel Félix Medina, poeta toledana afincada en Yepes, autora del poemario Pájaro azul perdido, y premiada internacionalmente por su obra sensible, telúrica y trascendente.
Maribel es un nombre «de agua y de silencio». Invoca a mujeres que caminan entre dos mundos: lo visible y lo invisible. Las Maribel suelen tener una «gran vida interior», una inteligencia emocional luminosa, y una forma de hablar que calma, acompaña, acaricia.
Quien lleva este nombre puede parecer reservada, pero es intensa como una corriente subterránea. Tiene don para la palabra escrita, el cuidado, la escucha. Maribel no grita: transforma. No se impone: convence. Y cuando desaparece de una sala, deja el perfume de lo esencial.
En un mundo ruidoso, «Maribel es un refugio con nombre de mujer». Cada vez que lo oímos, pensamos en esas personas que no buscan brillar, pero brillan. Que escriben, que curan, que crean. Que no solo están, sino que «saben estar».
Y por eso, Maribel sigue siendo un nombre con historia, sí, pero también con futuro. Porque guarda misterios, pero los suyos son misterios de luz.
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