La primera participación española en TALIS Infantil revela un profesorado altamente cualificado, prácticas pedagógicas sólidas y un sistema que avanza hacia mayor autonomía, colaboración y satisfacción profesional.
HoyLunes – En ocasiones, los grandes titulares no nacen de un anuncio abrupto, sino de una fotografía pausada del presente. España acaba de recibir una de esas imágenes: un retrato actualizado de su Educación Infantil que revela algo más profundo que un conjunto de cifras. Habla de cómo un país ha decidido proteger la primera etapa del aprendizaje con un tejido humano cualificado, comprometido y sorprendentemente estable.
No es un elogio fácil: es un diagnóstico que interpela, que obliga a mirar qué se ha hecho bien… y qué exigirá constancia en el futuro.
La última edición del informe TALIS Educación Infantil 2024, elaborado por la OCDE, incorpora por primera vez la participación de España, con datos procedentes de 498 centros que imparten la etapa de 3 a 6 años. El estudio sitúa al país en un lugar destacado: el 99% del personal docente en esta etapa cuenta con titulación universitaria, una cifra muy superior a la observada en países europeos consolidados como Dinamarca o Alemania.
El informe también resalta la elevada participación del profesorado en actividades de desarrollo profesional, que alcanza el 87%, situando a España por encima de la mayoría de sus homólogos europeos y latinoamericanos.
En el ámbito pedagógico, las prácticas vinculadas al desarrollo del lenguaje —como promover la conversación, introducir vocabulario nuevo y guiar la expresión de ideas— se realizan diariamente en porcentajes que oscilan entre el 74% y el 94%, entre los valores más altos del estudio. La alfabetización temprana, las habilidades sociales y la inclusión en el juego forman parte del repertorio cotidiano de la mayoría de docentes.

El informe también subraya la alta presencia de centros públicos en esta etapa (76%), así como la elevada satisfacción profesional: el 97% afirma estar satisfecho con su trabajo y la gran mayoría volvería a elegir esta etapa educativa. Aunque el reconocimiento social percibido es menor, la autonomía profesional y la colaboración interna alcanzan niveles superiores al promedio internacional.
En la última década, Educación Infantil ha sido uno de los ámbitos donde se ha mantenido una línea de continuidad: profesionalización del personal, refuerzo de la formación inicial y expansión progresiva del segundo ciclo. La incorporación al TALIS confirma que esas políticas han generado una base estable para medir avances con mayor precisión.
En la Unión Europea, la cualificación docente es un indicador crítico. España supera a buena parte de los países participantes, situándose más cerca de los modelos nórdicos en formación y prácticas pedagógicas que de los sistemas mediterráneos tradicionales. Aunque el informe no proporciona medias globales, el contraste por países otorga a España una posición sólida.
La participación en el TALIS llega en un momento donde las políticas educativas buscan blindar las etapas tempranas como espacio clave para combatir desigualdades. No es necesario convertir los datos en un triunfo partidista: lo relevante es que España ha logrado una consistencia profesional que la mayoría de países europeos persiguen.
Los resultados abren la puerta a reforzar programas ya existentes, como la formación continua, la coeducación en el aula y la reducción de las brechas de reconocimiento social. La buena base técnica permite avanzar sin necesidad de rupturas, sino con ajustes sostenidos.
Si la cualificación y la estabilidad profesional se mantienen, la etapa de 3 a 6 años puede convertirse en uno de los motores más fiables para mejorar el rendimiento educativo general.

Antes de profundizar en estas perspectivas, conviene detenerse y mirar lo que aún no sabemos: las preguntas que permitirán afinar la dirección del cambio.
¿Cómo mejorar el reconocimiento social del profesorado sin generar expectativas poco realistas?
¿Qué margen existe para incrementar la presencia de hombres en la etapa de Infantil?
¿Podría la autonomía profesional servir como palanca para reducir desigualdades entre centros?
¿Cómo asegurar que la universalidad real del acceso no dependa únicamente de la titularidad pública?
¿Qué impacto a largo plazo tendrá la alta satisfacción laboral sobre el relevo generacional?
Riesgos que intenta evitar
El informe apunta indirectamente a dos riesgos: la posible desvalorización social del trabajo docente y la sobrecarga emocional en un entorno donde el acompañamiento individual es intenso.
España puede consolidar un modelo propio, donde la cualificación y la estabilidad formen parte de un ecosistema equilibrado, sin necesidad de girar hacia modelos extremos ni hacia reformas abruptas.
Los países con mejores resultados no destacan solo por inversión, sino por coherencia: programas que se mantienen durante años, acompañados por evaluaciones periódicas. TALIS ofrece el marco para seguir ese camino.

Los datos del TALIS no construyen un relato complaciente, pero sí uno esperanzador. Muestran que España ha sabido levantar un pilar educativo que combina profesionalidad, vocación y buenas prácticas. No es una meta: es un punto de partida sólido para los próximos años.
La Educación Infantil suele avanzar sin ruido, pero es allí —entre cuentos leídos, conversaciones guiadas y juegos que enseñan a convivir— donde comienza a definirse la sociedad futura. Que España aparezca bien situada no es un final feliz; es una responsabilidad que se hace visible.
Y ahora que la fotografía es clara, la pregunta ya no es “qué hemos conseguido”, sino cómo vamos a sostenerlo.
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