Hacia una Europa que no deja a nadie atrás: Valencia impulsa la inclusión de la discapacidad en la agenda contra la pobreza

La Comunitat Valenciana consolida su papel en el debate europeo sobre inclusión social, situando la discapacidad en el núcleo de las políticas contra la pobreza y reforzando la cooperación interregional desde Bruselas.

 

HoyLunes – Europa suele pensarse como un mapa de acuerdos, fronteras y políticas. Sin embargo, el verdadero pulso del continente se mide en algo más profundo: la capacidad de proteger a quienes encuentran más barreras para abrirse paso. Cuando hablamos de pobreza en Europa, rara vez se pone en primer plano una realidad incómoda: las personas con discapacidad siguen siendo uno de los colectivos con mayor riesgo de exclusión social. No por falta de talento o potencial, sino por estructuras que aún avanzan demasiado despacio.

En este contexto, la Comunitat Valenciana ha elevado la voz en Bruselas para recordar algo esencial: la discapacidad no puede ser un capítulo accesorio en la lucha contra la pobreza; debe ser su eje central. Este gesto no es solo político: es un posicionamiento ético.

Durante una jornada europea organizada por la Red ENSA (la Red Europea de Autoridades Sociales)y otros organismos sociales, la directora general del IVASS (Instituto Valenciano de Servicios Sociales), María José Rico, participó en Bruselas en un encuentro dedicado a reforzar el papel de la discapacidad dentro de las políticas comunitarias contra la pobreza.

El evento se celebró en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, y reunió a redes europeas de inclusión, proveedores de servicios y asociaciones representativas del sector. En este entorno, Rico defendió la necesidad de que las estrategias europeas sitúen a las personas con discapacidad como un colectivo prioritario, recordando que siguen enfrentándose a desigualdades estructurales, desde el acceso al empleo hasta la participación plena en la vida social.

La intervención valenciana subrayó varios ejes estratégicos: vivienda inclusiva, empleo con apoyos, acceso universal a tecnologías asistidas, programas específicos para mujeres con discapacidad y consolidación de modelos de vida independiente. En este sentido, se destacó el proyecto “Disability Empowerment”, impulsado por el IVASS, y la importancia de marcos europeos como la Declaración de Venecia, firmada en 2024, para coordinar políticas de accesibilidad y no discriminación en todas las regiones.

El mensaje final fue claro: sin cooperación interregional, ninguna estrategia social será realmente transformadora.

La inclusión se construye con participación real, no simbólica.

España, tradicionalmente, ha avanzado a través de planes estatales con un enfoque sectorial —empleo, accesibilidad, dependencia—. La aportación de Valencia incide en algo más transversal: considerar la discapacidad como un elemento estructural en las políticas contra la pobreza, no como un ámbito separado. Este alineamiento con tendencias europeas supone un salto cualitativo y refuerza una visión de derechos, no solo de apoyos.

La Unión Europea lleva años orientando sus estrategias hacia modelos inclusivos inspirados en la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Países como Suecia, Bélgica o los Países Bajos ya aplican políticas de vida independiente con alto nivel de apoyo comunitario. La posición valenciana se sitúa en esa misma dirección, especialmente en áreas como tecnologías asistidas o vivienda inclusiva.

La intervención en Bruselas proyecta una imagen de responsabilidad institucional: no presume de logros, sino que reconoce brechas y llama a la cooperación. Ese tono evita la tentación de politizar la discapacidad, una cuestión que suele instrumentalizarse y que aquí se trata con sobriedad. La Generalitat apuesta por un liderazgo colaborativo, no competitivo.

El papel de Valencia como puente entre redes europeas de inclusión abre posibilidades: atraer proyectos piloto, ampliar cooperación técnica, fortalecer la proyección mediterránea y posicionar a la región como referente en innovación social. Nada de esto implica triunfalismo; simplemente confirma que el trabajo sostenido empieza a generar tracción internacional.

La estrategia europea contra la pobreza está entrando en un ciclo de revisión. Incorporar la discapacidad desde una perspectiva estructural permitirá políticas más precisas y medibles.

Entre los logros alcanzados aparecen también las incertidumbres que merecen ser exploradas, porque solo al nombrarlas podemos entender los retos del camino como:

¿Cómo medir de manera homogénea la pobreza cuando afecta a colectivos con necesidades tan diversas?
¿Qué papel jugarán las tecnologías asistidas en la autonomía personal en los próximos cinco años?
 ¿Cómo armonizar políticas de empleo inclusivo en países con modelos laborales tan distintos?

Riesgos que intenta evitar

Que la discapacidad sea tratada como una categoría asistencial, no como un derecho.
Que las políticas europeas sigan priorizando indicadores generales sin contemplar impactos diferenciados.
Que las desigualdades estructurales se mantengan pese a los avances normativos.

La participación activa en redes como ENSA o ELISAN permite a la Comunitat Valenciana acceder a proyectos europeos de financiación, mejorar la cooperación técnica y reforzar su papel como laboratorio social en el arco mediterráneo.

Europa enseña que los avances reales llegan cuando las regiones comparten prácticas, datos y modelos. La inclusión no se improvisa: se construye con continuidad y con alianzas.

La cooperación interregional impulsa soluciones más sólidas y duraderas.

La presencia valenciana en Bruselas recuerda algo que a veces olvidamos: la inclusión no comienza en los discursos, sino en las estructuras que sostienen la vida de las personas. Reconocer vulnerabilidades no es síntoma de debilidad, sino de madurez social. Y aunque queda mucho por hacer, el paso dado por la Comunitat Valenciana demuestra una voluntad inequívoca de participar en una Europa más justa, más accesible y más consciente de que la pobreza no se supera sin políticas valientes.

El desafío no termina aquí. Pero este capítulo indica que, cuando las instituciones hablan con honestidad y se abren a la cooperación, el horizonte compartido deja de parecer un ideal lejano y empieza a convertirse en una posibilidad real.

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