El primer país en reformar su legislación para proteger a autores, editores y creadores en tiempos de Inteligencia Artificial abre un debate global: ¿cómo garantizar innovación sin sacrificar justicia, transparencia y cultura? Un modelo pionero que empieza a marcar un antes y un después.
Por Jorge Alonso Curiel
HoyLunes – El país danés se ha convertido en ejemplo internacional al ser el primer país en adaptar la legislación de derechos de autor que protegen las obras y la remuneración de los autores a los cambios que plantea la Inteligencia Artificial y se muestra, de esta manera, como modelo a seguir para el resto de países con el fin de lograr un desarrollo ético y justo de la IA.
En un informe publicado el pasado mes de septiembre de 2025, y en el que participaron el Consejo de Derechos de Autor, la Biblioteca Nacional y otras instituciones culturales y educativas, se encuentran recomendaciones que pretenden crear un equilibrio equitativo para la convivencia entre la innovación tecnológica y salvaguardar los derechos de cada creador.

Recomendaciones
Entre las recomendaciones destacan:
Reforzar el marco de licencias colectivas.
Revisar las normas de minerías de textos y datos.
Una mayor transparencia sobre los datos utilizados para entrenar los sistemas de IA.
La creación de un arbitraje obligatorio que resuelva conflictos generados.
Medidas técnicas que impidan el uso de material protegido.
Hacer efectivas las reservas de derechos.
Valorar y fomentar la educación sobre derechos de autor para poner en valor la creación de cada autor.
Reforzar la protección jurídica de los autores y editores.

Modelo danés de licencia colectiva
Por ello, y con el consenso de autores, editores y prensa, se ha permitido avanzar hacia un modelo de licencia colectiva para IA que logre definir con claridad y precisión los usos permitidos que garantice una adecuada remuneración para los titulares de derechos.
Así, en los últimos días del pasado mes de septiembre, Tekst & Node, la entidad danesa encargada de la gestión colectiva, comenzó a negociar acuerdos marco sobre el uso de obras protegidas en el contexto de la IA.
Dinamarca ha demostrado que legislar no es frenar, sino encender una luz en medio de un territorio que el mundo entero recorre a oscuras. Mientras muchos países siguen debatiendo si la Inteligencia Artificial es amenaza o herramienta, los daneses han dado un ejemplo contundente: la verdadera innovación nace cuando la ética camina a la misma velocidad que la tecnología.

Quizá esa sea la enseñanza más valiosa de este proceso. Que la IA aprenderá de nosotros tanto como nosotros aprendamos de ella. Y que un futuro culturalmente justo no se construirá con discursos, sino con decisiones tan valientes como las danesas: decisiones que protegen sin aislar, que abren puertas sin olvidar a quienes las construyeron, y que recuerdan que cada sistema inteligente —por muy avanzado que sea— nace de la imaginación irrepetible de un autor.

