La historia de Alejandro y Paula se convirtió en un recuerdo lejano, una lección aprendida. En Valencia, donde el mar se encuentra con la tierra y los sueños toman vuelo, Alejandro encontró la paz. Su alma, una vez perdida, había regresado a él, más fuerte y sabia. Y en el horizonte, un futuro lleno de esperanza lo esperaba.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En el corazón de Valencia, bajo el cielo teñido por los colores del atardecer, Alejandro caminaba por las calles históricas, sumido en sus pensamientos. La brisa del mar llevaba consigo recuerdos de un amor que, creía, duraría para siempre. Paula, su amada, había sido el centro de su universo, la razón detrás de cada amanecer. Juntos, habían compartido sueños, risas y miradas que decían más que mil palabras. Sin embargo, la traición tiene una forma de desvanecer los colores más vibrantes del amor, dejando atrás sólo sombras de lo que fue.
Alejandro nunca imaginó que Paula, la mujer a la que había entregado su corazón, sería capaz de traicionarlo. En su amor, había invertido cada fibra de su ser, construyendo un futuro en el que solo existían ellos dos. Pero el amor, a veces, esconde espinas bajo sus rosas, y Alejandro sintió cada una de ellas clavarse en su alma cuando descubrió la verdad.
La revelación llegó como un golpe cruel. Una tarde, mientras esperaba a Paula en su café favorito, la vio riendo a carcajadas, tomada de la mano con otro. Sus risas resonaban como el eco de una traición inimaginable. Alejandro sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, cada promesa rota era una herida abierta en su corazón.
Con el alma hecha pedazos, Alejandro enfrentó a Paula. Sus ojos, una vez llenos de amor, ahora reflejaban el dolor de la desilusión. «Nunca te he hecho daño… pero tú me has hecho daño a mí», le dijo, con una voz quebrada por la emoción. Paula, incapaz de sostener su mirada, bajó la cabeza en señal de culpa. No había palabras que pudieran reparar lo irreparable.
En los días que siguieron, Alejandro se refugió en la soledad de su apartamento, contemplando cómo reconstruir su vida. Las paredes, testigos silentes de su amor, ahora le recordaban constantemente su pérdida. Pero con el tiempo, comprendió que el final de su relación con Paula no era más que el principio de su propio renacimiento.
«Ahora: vivo sin ti y con total satisfacción», escribió Alejandro en su diario, una noche en la que las estrellas parecían brillar solo para él. Había aprendido que confiar en alguien era un acto de fe, pero recuperar su alma era un acto de fortaleza. Estaba listo para dejar atrás el pasado y abrir su corazón a nuevas posibilidades.
En un giro inesperado del destino, Alejandro conoció a Clara, una mujer cuya sonrisa era capaz de iluminar los días más oscuros. Con ella, descubrió que el amor verdadero no reside en posesiones ni promesas vacías, sino en la aceptación y el respeto mutuo. Juntos, comenzaron a escribir una nueva historia, una donde el amor se construía sobre la honestidad y la confianza.
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