En tus manos pongo mi corazón roto, Dios mío, y te ruego que me ilumines hacia el camino de la libertad y la sanación.
Por Ehab Soltan
Querido Dios,
Hoylunes – Hoy, mientras el silencio cae sobre mi pequeña habitación, y el miedo se cierne como un sombrío espectro, siento la urgencia de poner en palabras el tormento que se ha apoderado de mi vida. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué he de soportar esta violencia que desgarra mi alma y ahoga mi espíritu?
Cada día es una batalla, un campo de minas en el que mi corazón es la víctima principal. Mi esposo, el hombre que juró amarme, se ha convertido en un monstruo que infunde terror en cada uno de mis latidos. Sus palabras son dagas afiladas que cortan profundamente, y sus acciones son golpes que dejan moretones en mi alma.
¿Cómo enfrentar esta violencia que no deja huellas físicas, pero que devora mi ser desde adentro? Soy prisionera de mi propio temor, incapaz de alzar la voz o de buscar ayuda. Me he convertido en una sombra de lo que solía ser, una cáscara quebrada de una mujer que alguna vez soñó con el amor y la felicidad.
En tus manos pongo mi corazón roto, Dios mío, y te ruego que me ilumines hacia el camino de la libertad y la sanación. Con lágrimas en mis ojos y un corazón quebrantado, te pido que escuches mi súplica y me guíes hacia la esperanza que tanto anhelo.
Con fe y amor,
Tu hija amada
