Sira Rego y la nueva frontera de la infancia digital: Proteger sin aislar, acompañar sin invadir

La ministra redefine el papel del Estado ante un ecosistema tecnológico que crece más rápido que las normas. Su visión: un país que acompaña a su infancia en el mundo digital.

 

HoyLunes – La digitalización ha transformado la vida de niños, niñas y adolescentes en España con una velocidad inédita. Fotos, datos, historias y rutinas se proyectan en pantallas antes incluso de que quienes las protagonizan puedan comprender su alcance. En este contexto acelerado, Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, ha desplegado una agenda política que busca recuperar algo esencial: el derecho de la infancia a decidir sobre su propia identidad, también en Internet.

Durante el acto “Soy, eres, somos y tenemos derechos”, celebrado con motivo del Día Universal de los Derechos de la Infancia y organizado por la Plataforma de Infancia de España, Rego fue clara en un mensaje que atraviesa toda su gestión: *proteger no es limitar*, sino construir entornos donde lo digital no convierta a los menores en espectáculo, mercancía o dato. El matiz es clave: no se trata de confrontar la tecnología, sino de devolver el control a quienes más fácilmente pueden perderlo.

Identidad digital: lo que se comparte antes de saberlo

En sus intervenciones públicas más recientes, la ministra ha subrayado una preocupación creciente: el uso comercial del “sharenting”, es decir, la exposición digital de la vida de menores por parte de adultos —a menudo sin intención dañina, pero con consecuencias que pueden acompañarlos toda la vida—. Rego sitúa este fenómeno en una dimensión ética y política: la identidad digital, dice, no puede quedar sujeta a los intereses de plataformas que operan con criterios de mercado antes que de protección.

La ministra apela a una realidad difícil de ignorar: en el siglo XXI, lo que se publica en redes configura parte del relato personal de cada individuo. Por eso insiste en que ese relato no puede quedar en manos de ecosistemas tecnológicos remotos o de algoritmos cuyo funcionamiento es opaco incluso para los propios usuarios.

La posición de Rego no demoniza la tecnología; al contrario, reivindica la necesidad de educar, acompañar y regular. Su planteamiento busca una convivencia más equilibrada entre innovación y derechos, donde las herramientas digitales estén al servicio de la infancia, no al revés.

La protección digital también comienza en espacios donde la ciudadanía aprende a mirar el mundo con otros ojos.

Cuando un clic también puede herir

La ministra alertó además sobre una realidad silenciosa: la violencia digital. Datos recientes muestran que una de cada cuatro personas adolescentes ha sufrido alguna forma de agresión online. No se trata solo de ciberacoso, sino de presiones sociales, explotación emocional, control, suplantación y fuga de datos.

Rego sintetiza esta alerta en una idea sencilla pero contundente: un clic puede ser también una forma de violencia. Lo digital es rápido, viral y difícil de contener una vez expuesto. Por eso, colocar la protección de la infancia en el centro es una obligación ética y política.

Su mensaje evita el dramatismo y la alarma, apostando por la prevención y la educación. Frente a quienes consideran que todo problema digital se resuelve con prohibiciones, la ministra defiende espacios acompañados, herramientas de alfabetización mediática y un entorno normativo que no infantilice, sino que empodere.

Una ley necesaria para un tiempo nuevo

En el Congreso avanza actualmente la «Ley para la protección de las personas menores de edad en los entornos digitales», un proyecto que pretende traducir en marco jurídico ese compromiso institucional. Rego insiste en que los derechos fundamentales de los menores no pueden depender de los criterios comerciales de plataformas globales ni de algoritmos cuya lógica permanece fuera del control democrático.

Según su visión, el Estado tiene el deber de garantizar un espacio digital con principios claros y aplicables: transparencia, accesibilidad, protección de datos, supervisión y responsabilidad de las plataformas. La ley busca ofrecer garantías a familias, educadores y menores, evitando que la regulación llegue tarde, como ya ocurrió en otros ámbitos tecnológicos. Esta apuesta por anticiparse a los riesgos, y no simplemente responder a ellos, refleja un cambio de paradigma: la infancia no se adapta a la tecnología; es la tecnología la que debe adaptarse a la infancia.

Educar en lo digital es escuchar: las nuevas generaciones conocen mejor que nadie los retos que les afectan.

La infancia como sujeto político

Durante el acto institucional, niños y niñas pudieron intervenir transmitiendo sus preocupaciones: privacidad, seguridad, participación, identidad cultural. Rego recogió estos mensajes para recordar que las infancias no son un colectivo pasivo. Los menores tienen criterio, mirada propia y capacidad para opinar sobre cómo quieren vivir, aprender y relacionarse en entornos digitales.

Esta perspectiva reconoce a los menores como ciudadanos presentes, no solo futuros. La ministra insiste en que escuchar activamente a la infancia no es una cortesía, sino un deber democrático.

Rego ha repetido en varias ocasiones que proteger no es tutelar, sino habilitar espacios donde las voces jóvenes puedan expresarse con seguridad. Por eso la política pública debe estar diseñada con ellos y para ellos, incorporando su sensibilidad en las decisiones que moldearán su vida digital.

La identidad digital empieza con pequeños gestos: protegerlos es responsabilidad colectiva.

España se encuentra en un momento decisivo para fortalecer la protección de la infancia en el ámbito digital. La propuesta institucional liderada por Sira Rego, combina prudencia, ambición y visión de futuro. Su enfoque reconoce que la tecnología es parte natural de la vida de los menores, pero rechaza que esta convivencia se convierta en un intercambio desigual.

El Gobierno avanza hacia un modelo donde los derechos de niños, niñas y adolescentes ocupan el centro de las políticas públicas, reafirmando que la defensa de la infancia no es un gesto simbólico: es una tarea de Estado.

Si España logra consolidar esta hoja de ruta, no solo protegerá a su infancia en el presente, sino a la juventud del futuro, que construirá una sociedad más consciente, más justa y más preparada para los desafíos digitales que ya están aquí.

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