El Calor no se Combate solo con Agua

Una conversación de verano sobre advertencias, soluciones y la urgencia de adaptarnos a un futuro más cálido.

 

Por Any Altamirano

HoyLunes.- La tarde caía sobre la ciudad con un sol implacable. En las terrazas, los ventiladores apenas lograban mover el aire caliente. Mientras tanto, los termómetros oficiales rozaban los «40 grados en Valencia», y en otras partes de la Comunidad Valenciana y del país, el calor se acercaba a récords históricos de hasta 45º. En ese escenario, un vecino decidió acercarse a su centro de salud, no porque estuviera enfermo, sino porque quería entender qué estaba pasando.

—Doctor, cada año nos dicen lo mismo: beber agua, no salir a la calle a mediodía, descansar en la sombra… —comenzó diciendo el hombre, mientras se secaba el sudor con un pañuelo—. Pero la verdad es que ya no basta. El calor sigue matando.

El verano de 2025 ha dejado cerca de 1.200 muertes en España relacionadas con el calor extremo.Fotografía: Los Muertos Crew

El médico lo miró con calma.
—Tiene razón. Solo en este verano, cerca de 1.200 personas han fallecido en España por causas relacionadas con las altas temperaturas», según el Instituto de Salud Carlos III. Son muertes silenciosas, muchas veces en personas mayores o con enfermedades crónicas.

—¿Y entonces? —insistió el vecino—. ¿Vamos a seguir escuchando los mismos consejos cada año?

El médico respiró hondo antes de responder:
—El Ministerio de Sanidad hace lo que puede: campañas de información, protocolos de emergencia, coordinación con comunidades autónomas… Pero la pregunta es si eso es suficiente. El calor extremo ya no es una excepción: es una realidad estructural.

El vecino se acomodó en la silla, curioso.
—¿Y no hay países que hayan encontrado soluciones más prácticas?

El reto no es solo médico: es social, económico y cultural. Fotografía: Douglas Schneiders

—Claro que sí —respondió el médico—. Mire:

En «Dubái y Riad», los horarios laborales cambian en verano: está prohibido trabajar al aire libre en las horas más calurosas del día. En «Australia», las escuelas ajustan sus actividades según la previsión meteorológica y cuentan con sistemas de refrigeración en todas las aulas.

—Y en «España» —añadió—, algunas ciudades empiezan a ensayar soluciones: más arbolado urbano, techos blancos en edificios públicos, horarios adaptados para trabajadores municipales. Pero falta coordinación a gran escala. Y, en algunas ciudades del país se han creado “refugios climáticos” —espacios públicos refrigerados para quienes no tienen aire acondicionado en casa—, pero al parecer no es suficiente.

El vecino, pensativo, concluyó:
—Entonces, ¿no es solo un problema de salud?

—Exacto —asintió el médico—. Es también un problema «social, económico y cultural». Si seguimos viendo el calor extremo como un fenómeno pasajero, nunca nos adaptaremos. Lo que necesitamos no son solo consejos, sino políticas de vivienda adaptada, transporte público climatizado, horarios laborales flexibles y un urbanismo pensado para sobrevivir a 45 grados.

La conversación terminó con un silencio cargado de preguntas. Afuera, el aire ardía sobre el asfalto. El vecino se levantó, agradeció al médico y salió al calor de la tarde con una idea clara: el verdadero reto no es hidratarse, sino «aprender a vivir en un país que ya no puede escapar del calor extremo».

Any Altamirano. Escritora. Editora.

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