Aunque la ciudadanía valora de manera positiva el sistema sanitario y asegura preocuparse por el autocuidado, gran parte no incorpora las revisiones periódicas ni la prevención como un hábito real. Esta contradicción, reflejada en el «STADA Health Report 2025», deja una pregunta abierta: ¿por qué sabemos lo que debemos hacer, pero seguimos sin hacerlo?
Por Ehab Soltan
HoyLunes – La conversación empezó en un café, con el murmullo de fondo y la luz dorada de la tarde entrando por los ventanales. Carmen, 47 años, madre de dos hijas y trabajadora a jornada completa, lo expresó con naturalidad, como si hablara del gimnasio o de hacer limpieza de armarios:
—El chequeo está en la lista de cosas que sé que debo hacer, pero nunca encuentro el momento.
En esa confesión sencilla se resume una realidad frecuente. Según el «STADA Health Report 2025», ocho de cada diez personas reconocen que «no realizan todos los chequeos preventivos necesarios», a pesar de saber que deberían hacerlo.

El estudio también revela que «un 68 % confía en la sanidad nacional», sobre todo en la respuesta a enfermedades graves. Esa confianza, paradójicamente, actúa como red de seguridad… pero también como excusa para posponer el cuidado preventivo.
Las razones no son exclusivamente económicas. La sanidad pública cubre gran parte de los exámenes básicos, y existen campañas de cribado consolidadas. Sin embargo, la prevención sigue percibiéndose como algo que se puede retrasar: falta de tiempo, organización o incluso de información sobre qué chequeos corresponden en cada etapa vital.
El informe apunta a que la falta de información es un factor clave: «un 33 % reconoce no saber qué revisiones debería hacerse».

El Dr. Andrés T., médico internista en Valencia, lo resume con claridad:
—Hay una confianza pasiva en el sistema sanitario. Como sabemos que funciona bien, delegamos la responsabilidad hasta que aparece un problema.
Salud mental: un camino aún pendiente
El mismo informe muestra otro contraste: aunque el bienestar emocional es considerado esencial, muchas personas no buscan apoyo psicológico. En comparación con otros países europeos, la atención a la salud mental aún no se traduce en una práctica habitual de consultas preventivas o de seguimiento.

La psicóloga Clara N. lo explica así:
—Hay quien convive con ansiedad o insomnio, pero no da el paso de acudir a un profesional. Como si cuidar la mente no formara parte del cuidado integral.
La sobreabundancia de consejos de salud en internet y redes sociales genera una sensación de “ya estar informado”. Sin embargo, esa percepción no siempre se convierte en acción: análisis clínicos, revisiones periódicas o acompañamiento profesional.
El informe señala que «más del 90 % considera la salud su máxima prioridad». No obstante, sin acciones concretas, esa prioridad se queda en el terreno de la intención.
El reto no es únicamente individual. Es social y cultural. En un entorno que valora la productividad y en el que pedir tiempo para una revisión médica aún puede verse como un lujo, la prevención necesita estructuras y narrativas que faciliten y normalicen el cuidado regular.
Porque, en definitiva, «prevenir no es un capricho». Es una manera consciente y madura de habitar el presente, de asegurar autonomía y calidad de vida en el futuro.
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