Entre los sueños de los escritores y la fugacidad de la fama, una reflexión sobre el valor real de la literatura frente al olvido, la mercantilización de los libros y la eterna pureza de la poesía.
Por Maribel Félix Medina
HoyLunes – En octubre pasado, se dio a conocer en todo el mundo al ganador del premio Nobel de literatura y yo creo que esa noticia la seguimos muy de cerca sobre todo los escritores pues, sin ningún género de duda, una buena parte de nosotros soñamos con que algún día, cuando aparezca el portavoz de la academia que los otorga, se pronuncie nuestro nombre.
Soñamos. Seguimos soñando.
Tengo tantas impresiones deseando salir de mi cabeza que, lo mismo da que empiece por una o que acabe con otra; podría decir, y, desde luego diré, que muchos de mis escritores favoritos (Borges, Antonio Machado, Federico García Lorca, Tolstoi, Chéjov, Gorki, Rulfo, Delibes, Matute, Virginia Wolf etcétera) no lo han recibido, pero eso es algo que seguramente la mayoría de ustedes ya lo sepan, así que yo lo que quiero apuntar en estas líneas es una reconsideración de las ventajas o desventajas de que una mañana de octubre pronuncien, en sueco, tu nombre.
Hace unos años se hizo un experimento comercial en el que un autor que había recibido ni más ni menos que el premio Nobel, el premio de los premios, no fue seleccionado por una editorial de la época por considerar su manuscrito fuera de lugar y de tiempo. Sí, sí, como leen, el tiempo de los Nobel no es eterno, lo que un día fue glamour, gloria, exquisita literatura, puede convertirse, y de hecho se convierte, en un número olvidado. Yo preguntaría ahora a un público no demasiado entendido por la lista de los Nobel y estoy segura de que la inmensa mayoría no sabrían ni diez, quizá los más famosos en España, (lógicamente por ser españoles), poco más, por no hablar de los agraciados que tuvieron el inmenso placer de ser los primeros ¿veinte quizá?
Voy más lejos aún, quién tiene en su casa obras, al menos una obra, de todos los premios Nobel, de literatura, por supuesto, que se han otorgado hasta ahora. Debo reconocer que ni siquiera yo, que presumo de una completa biblioteca (casi 3000 ejemplares) alcanzo a tanto.

Muchos escritores que tienen en su biografía tal honor terminan pasando desapercibidos con el paso del tiempo, se convierten, como ya he dicho antes, en un número que, las personas curiosas como yo vemos de vez en cuando, sobre todo cuando un nuevo nombre aparece cada octubre en la lista. Las editoriales actuales, es algo que me parece increíble, no suelen reeditarlos, y en muchos casos, muchos lectores, tenemos que recurrir a existencias de segunda mano cuando estamos interesados en algún autor, o en alguna obra en especial. La literatura se ha convertido en un absoluto comercio, no me canso de repetirlo tanto en público como en privado. Se editan muchos, muchísimos libros por un afán económico, llegando a superventas textos totalmente vergonzosos, mal escritos, escribidores que, en más de una ocasión, recurren a negros para que sean ellos quienes realicen el trabajo.
Si nos ponemos a hablar de la poesía, entraremos en otro mundo aparte; a mí me ocurrió un hecho muy curioso hace unos años cuando me interesé por una poeta polaca que había ganado veinticinco años antes el premio, Wislawa Szymborska. Bueno, pues para que ustedes sepan, tuve la enorme suerte de encontrar una antología publicada por el Fondo de cultura económica, cuyo prólogo, más que interesante, corrió a manos de la gran escritora mexicana Elena Poniatowska. La edición, fue, como ustedes imaginan, mexicana. Y seguro que algunos de ustedes quieren saber de cuantos ejemplares constaba la edición, pues de 5500 ejemplares. Sí, han oído bien, una poeta polaca que acababa de ganar ni más ni menos que el Premio Nobel de literatura hacía poco más de seis años, pues, aunque yo adquiriera mi ejemplar en el año 2020 aproximadamente, es un libro que se había editado por primera vez en el año 2002. Si cojo el libro puedo ver que, efectivamente, se sigue reeditando desde esa fecha, pero a un ritmo muy lento, aunque considero, que tenemos que dar las gracias y más tratándose de literatura poética, ya saben ustedes, la Cenicienta de la literatura.

De más está decir que los superventas del mundo literario actual pueden conseguir un millón de ventas en pocos meses, y yo pondría como ejemplo a los famosos premios Planeta que, a continuación del Nobel, se vienen otorgando hace muchos años en España, con mayor o menor suerte a la hora de premiar a sus escritores, que, en muchos casos, resultan como máquinas sueltaperras y donde la calidad literaria, en algunas ocasiones, deja mucho que desear.
Siendo yo poeta no debo olvidarme de decir que la poesía, en principio, fue muy del agrado de la academia sueca, concretamente, el poeta francés Sully Prudhomme obtuvo el primer premio, dos años más tarde, fue otro poeta, esta vez noruego llamado Bjornsjerne Bjornson quien llamó la atención del jurado, al año siguiente fue otro poeta también francés llamado Frédéric Mistral y un largo etcétera que, a día de hoy sigue resonando cada vez que la academia se digna mirar cara a cara a la poesía. Una treintena de autores poéticos, entre los que cabe citar a los españoles Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre, sostienen la teoría de que a la academia sueca le enorgullece tener entre su lista a lo más preciado de la poesía que se hace en todo mundo y eso me alegra mucho, pues la palabra poética siempre será la palabra más pura, más certera, y eso no sólo lo digo yo, pues lo dijeron dos grandísimos escritores como el eterno Cervantes y el grandísimo colombiano Gabriel García Márquez.
En cualquier caso, tratar de discernir cómo es el proceso por el cual se rigen en Suecia para elevar a la gloria eterna a un nuevo inmortal es tan difícil como imposible. En muchas ocasiones, y no sólo cuando dan el premio a un poeta, en Suecia se habla muy a menudo de la intención poética y de un elevado idealismo. Ahora cabría preguntarse de qué manera se puede escribir con esas extraordinarias premisas.

Personalmente, de estos más de cien años de premio yo me quedo con un tercio de los escritores y también escritoras, que, por supuesto, y en muchísima menor medida, han llenado de una manera sublime mis horas de lectora y de amante poeta, y, entre ellos, distintas voces europeas, americanas, asiáticas etcétera, qué vamos a decir, qué podemos pensar, cuándo un nuevo nombre se posiciona en el Olimpo literario, ya saben ustedes, aunque ese nombre sólo esté en una lista sin final y vaya quedando sepultado, poco a poco, en el olvido que algún día, todos y cada uno de nosotros irremediablemente seremos.

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