Entre luces que se apagan y amaneceres que regresan: la humanidad del cine en Seminci

En Valladolid, cuando el otoño comienza a sentirse en los hombros, las películas se convierten en refugio y espejo. «La noche está marchándose ya», «Vivir la Tierra» y «Bellow the Clouds» comparten algo más que la pantalla: son historias de resistencia, belleza y memoria. Un viaje por tres miradas del mundo que, desde Argentina, China e Italia, nos recuerdan que el cine —incluso en tiempos inciertos— sigue siendo una forma luminosa de comprendernos.

 

Por Jorge Alonso Curiel

HoyLunes – En una ciudad en la que ya se hace notar el frío del otoño, y es que estamos cerca del ecuador de esta estación, se proyectaron los largometrajes de la penúltima jornada de Sección Oficial de esta edición de Seminci que está colmando, en buena medida, las expectativas de muchos espectadores, y en ellos me incluyo. Siempre se puede mejorar, pero la variada gama de estilos y propuestas y la alta calidad media de las películas están logrando que, en casi todas las ocasiones, salgamos de la sala con un buen sabor de boca.

‘La noche está marchándose ya’, de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini

“Pelu”, un joven treintañero argentino que trabaja como proyeccionista en un viejo cineclub municipal de la ciudad de Córdoba llamado Cine Club Hugo del Carril, se queda sin su trabajo por recortes presupuestarios y acepta el empleo que le ofrecen como vigilante nocturno en este mismo cine. Es un hombre amable, de buen corazón, un tipo agradable, que pasará las noches viendo películas clásicas sentado en el patio de butacas mientras cena y bebe una cerveza de la máquina de bebidas. También recibirá, durante esas horas solitarias y silenciosas, la visita de una amiga que se gana bien la vida con sus vídeos eróticos para Onlyfans (y en claro contrapunto a lo que significa aquel cine antiguo tan alejado a la modernidad) y a la que permitirá grabar algunos de ellos en el cine, y hasta de unos cuantos amigos desheredados y sin vivienda, a los que permitirá alojarse allí, debido a la crisis económica generalizada que vive el país argentino, y con los que verá películas.

Entre butacas vacías y ecos de celuloide, ‘La noche está marchándose ya’ rescata el poder del cine como refugio de los que aún sueñan despiertos.

Se trata de la ópera prima de los argentinos Ezequiel Salinas (Córdoba, 1985) y Ramiro Sonzini (Córdoba, 1989) que ya compitieron en Seminci en 2021 con su cortometraje ‘Mi última aventura’, con el que ganaron el máximo reconocimiento, la Espiga de Plata, en esta sección.

Sobre el cine donde sucede esta historia, es un lugar real de la ciudad de Córdoba, en el que los directores han pasado muchas horas durante toda su vida. “Es el centro de la actividad cinematográfica en la ciudad, un lugar donde la gente se encuentra. Además, es un edificio muy particular, nos servía no solo como set sino como algo simbólico”, explicó Sonzini en la rueda de prensa en la Sala de los Espejos del teatro Calderón de Valladolid.

Escrita por los propios directores, la película está rodada en blanco y negro, con una textura añeja, llena de encanto, y que eligieron “porque queríamos asociarla a esa estética del tipo de películas que nos gustan, pero no usarla solo como algo referencial sino como un recurso plástico para compensar el bajo presupuesto”, añadió Salinas.

El rostro de un hombre común convertido en héroe silencioso: Octavio Bertone encarna al proyeccionista que ama las películas tanto como la vida misma.

El film mezcla con acierto —drama y comedia— en una historia cotidiana, con un aire nostálgico que recorre todo el metraje, en la que no pasan muchas cosas, pero las que ocurren poseen un tono ligero, agradable y amable que las vuelve entretenidas. El film es un homenaje y una carta de amor también al cine, y al cine clásico en particular, a su poder de refugio, de alimento espiritual y de crear conexiones humanas. Como lo es también a las salas de cine antiguas en las que tantas personas se han entretenido y se han educado. Pero incluso, se trata de una carta crítica y de lucha contra la crisis económica y el gobierno de Milei, pero no lo realizan desde el panfleto facilón, o el manifiesto más evidente, sino desde la sugerencia.

‘La noche está marchándose ya’ es un estupendo debut lleno de buenos sentimientos, protagonizado por un personaje adorable, cercano e íntegro, que posee grandes valores como la amistad, la lealtad y la lucha por la justicia, y que encarna Octavio Bertone desde la contención, la sencillez y la emoción. Los directores consiguen entretener, divertir y hacer reflexionar con esta historia tan humana a la que se aplaude y en la que han logrado realizar su singular Cinema Paradiso. No os la perdáis.

Entre ruinas, luz y silencio, Gianfranco Rosi vuelve a mirar al pasado desde la belleza que aún flota bajo las nubes.

Bellow the Clouds, de Gianfranco Rosi

Gianfranco Rosi es un documentalista italo-estadounidense (1963) con una trayectoria exitosa de reconocimientos en los grandes festivales. Ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín en 2016 por Fuocoammare y del León de Oro en Venecia en su edición de 2013 por ‘Sacro GRA’, es uno de los pocos que han conseguido, en este siglo XXI, ganar dos máximos galardones en los tres principales festivales europeos (el otro es Cannes).

En su noveno documental, ‘Bellow the Clouds’, de impecable factura y con una destacable como bella dirección de fotografía, se centra esta vez en Nápoles, y en el Vesubio, lugares en los que los arqueólogos, saqueadores de tumbas y turistas quieren rescatar vestigios del pasado, y logra mostrarlo desde su personal e íntima manera poética.

Pero a mí, el documental, tras un inicio que atrapa, se va diluyendo y me deja de interesar a partir de la mitad del metraje, en el que el director peca de autocomplacencia sin añadir nada nuevo y creando solo bellas imágenes que se encuentran vacías. De todas maneras, consiguió este año el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia.

Una aldea entre la niebla, una abuela y un niño que se resisten al olvido. “Vivir la Tierra” nos recuerda que las raíces también saben llorar.

Vivir la Tierra, de Huo Meng

Es la segunda película de este director chino, nacido en Taikang en 1984, con el que se ha consagrado ganando este año en el Festival de Berlín el Oso de Plata como mejor director.

Cuenta la historia de Chuang, un niño de tan solo diez años que debe quedarse a vivir con su abuela en el pueblo, en la provincia de Henan, cuando sus padres viajan a la ciudad en busca de un futuro mejor. La película está ambientada en el año 1991, en una China que sufre cambios de todo tipo y que se reflejan en lo cotidiano, en los que la tecnología está transformando la manera de vivir tradicional, y también lo hace en las áreas rurales.

El director chino Huo Meng filma con la calma de quien escucha la tierra: su cine respira lentitud, ternura y memoria.

La cinta muestra con mucho acierto esa tensión entre lo moderno y lo tradicional, ese conflicto, en esta familia que se resiste a los cambios. También trata con sensibilidad y verdad el tema de la migración, en un relato íntimo cargado de ternura.

Con trabajos estupendos llenos de humanidad de actores no profesionales, el director logra un delicado y bello drama tan encantador como doloroso, tan delicado como intenso, en el que somos testigos de la resistencia de unos personajes desgarrados por el paso del tiempo. Muy recomendable esta cinta que refleja toda una época tan importante del país asiático.

Jorge Alonso Curiel. Periodista, redactor, escritor, crítico cinematográfico, fotógrafo. Licenciado en Filología Hispánica. Socio del Círculo de Escritores.
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