La Comunitat Valenciana afronta una jornada de huelga con un 15 % de seguimiento y más de 14.000 actos asistenciales cancelados. El conseller Marciano Gómez rechaza la “improvisación” del Ministerio y reclama retirar el borrador del Estatuto Marco para abrir una negociación seria.
Entre la tensión y el cansancio del personal sanitario, el debate revela la urgencia de reformar un sistema que necesita estabilidad jurídica, financiación clara y un proceso negociado capaz de sostener tanto a los profesionales como a los pacientes. El desafío es grande, pero aún existe margen para una salida justa y pactada.
HoyLunes –La primera jornada de huelga sanitaria en la Comunitat Valenciana amaneció con pasillos más silenciosos de lo habitual y la sensación compartida de que el conflicto no era inevitable, pero sí previsible. El nuevo borrador del Estatuto Marco, presentado por el Ministerio de Sanidad sin el consenso del conjunto de actores implicados, ha reactivado una tensión latente desde hace años. Lo que hoy estalla no es un desacuerdo puntual: es la acumulación de reformas aplazadas, decisiones unilaterales y una estructura laboral que todos coinciden en que debe actualizarse.
El conseller de Sanidad, Marciano Gómez, ha puesto palabras a esa sensación generalizada: «improvisación”, “falta de diálogo”, “mayor conflicto en la sanidad española en mucho tiempo”. Son afirmaciones contundentes, sí, pero también alineadas con el malestar que llevan semanas verbalizando colegios profesionales, sindicatos y comunidades autónomas. Su posición no es un aplauso fácil hacia los huelguistas, ni una confrontación automática con el Gobierno central: es una lectura institucional de un problema que afecta a la base del sistema sanitario.
Mientras tanto, la realidad asistencial ofrece cifras elocuentes.
El seguimiento de la huelga en la Comunitat alcanza el **15 %**, lo que ha obligado a suspender **8.000 consultas**, **6.000 pruebas diagnósticas** y **206 intervenciones quirúrgicas**. No son números abstractos: son cuidados aplazados, pacientes reprogramados, agendas desbordadas y equipos que intentan sostener la actividad con recursos limitados.
Y aun así, el respeto hacia quienes han optado por parar se mantiene firme. Gómez ha insistido en que comprende el malestar de los profesionales. La huelga no se convoca por capricho, sino por una sensación profunda de inseguridad jurídica, incertidumbre laboral y preocupación por el futuro inmediato de la sanidad pública.
La reforma del Estatuto Marco es un debate antiguo. Distintos borradores desde 2022 han despertado críticas similares: falta de participación, ausencia de memoria económica clara y una definición poco precisa sobre quién asume realmente los costes derivados de los cambios laborales.

Gómez sintetiza el problema: la reforma «es necesaria», pero «no de cualquier manera».
Reformar implica actualizar la legislación para adaptarla a:
Nuevos modelos de atención,
necesidades laborales realistas,
equilibrar el déficit de personal,
cronificación de la precariedad,
mayor complejidad asistencial,
y un modelo de financiación que debe dejar de depender de parches coyunturales.
Una reforma sin consenso no solo arriesga su eficacia: agrava el conflicto que pretende resolver.
El conseller critica que el borrador carezca de una memoria técnica, jurídica y económica sólida, convirtiéndolo en un texto difícil de integrar en los Presupuestos Generales del Estado. Dicho de otro modo: si la reforma no prevé cómo financiarse, termina cargando el peso sobre las comunidades autónomas. Y eso, en un sistema ya tensionado, es una fórmula para el choque institucional.
El Ministerio de Sanidad defiende que es urgente actualizar el Estatuto Marco. Los profesionales también lo reclaman. Las comunidades autónomas, igualmente. El problema ya no es el «qué», sino el «cómo».
El borrador del Ministerio se percibe como un movimiento «unilateral» que ignora las voces técnicas que deberían abrir el camino:
colegios profesionales,
sociedades científicas,
sindicatos,
personal asistencial,
y gobiernos autonómicos, responsables directos de la gestión sanitaria.
En este contexto, Gómez no solo critica el contenido del borrador. Critica el «método», porque un proceso sin diálogo produce reformas que, en lugar de resolver, multiplican los frentes abiertos.

El conseller habla de “irresponsabilidad”, pero lo hace desde una posición que busca evitar la fractura interna. No pide una victoria política; pide «retirar el texto y empezar una negociación real». Una petición sensata si se considera el impacto humano que está generando la huelga.
Entre la tensión y la solidaridad: lo que hoy está en juego
La reforma del Estatuto Marco no es una cuestión administrativa. Afecta a la calidad asistencial, al futuro de los profesionales y, en última instancia, a la relación entre los ciudadanos y su sistema de salud.
En este punto, el conseller lanza una advertencia que no es retórica: sin financiación estable, sin soluciones al déficit de personal y sin mejoras laborales reales, cualquier reforma se convertirá en «papel mojado».
El malestar del personal sanitario no surgió esta semana. Lleva años creciendo, y cada borrador fallido alimenta la sensación de que los cambios llegan tarde o mal. La huelga de hoy, aunque incómoda, recuerda que la sanidad pública no puede sostenerse eternamente sobre el compromiso emocional de quienes la hacen posible.
Un horizonte posible: soluciones negociadas y crecimiento conjunto
A pesar de la tensión, el reportaje no debe cerrar en un punto oscuro. Todavía hay margen para corregir el rumbo.
La retirada del borrador no sería una marcha atrás: sería «un reinicio sensato». Un gesto que permitiría sentar en la misma mesa a quienes conocen las consecuencias reales de cada artículo legal que se apruebe.

Queda trabajo por hacer, pero la salida pasa por:
un diálogo técnico de verdad,
una memoria económica clara,
una reforma laboral coherente,
una financiación estable,
y un consenso que no excluya a nadie.
El sector sanitario valenciano —y español— no necesita vencedores ni vencidos. Necesita «certezas», «coordinación» y una ley capaz de sostener el crecimiento futuro. La estructura está dañada, sí, pero no rota. Aún puede reforzarse si se escuchan todas las voces, desde los despachos hasta los pasillos donde se libran las batallas silenciosas del cuidado diario.
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