¿Puede el periodismo salvar el alma cultural de Europa?

El periodismo cultural como guardián de la herencia europea: cómo narrar lo común en tiempos de fragmentación.

 

Por Ehab Soltan

HoyLunes – Europa se sostiene, cada vez más, sobre una paradoja: comparte una herencia vastísima y compleja, pero le cuesta reconocerse en ella. En la maraña de instituciones, crisis y cifras que definen la actualidad del continente, la cultura —aquello que da sentido, que enraíza y al mismo tiempo abre al otro— ha sido relegada a un segundo plano, como si fuera un lujo reservado para tiempos de bonanza.

Y, sin embargo, es precisamente en los momentos de fractura cuando más necesitamos de la cultura. No como ornamento, sino como argamasa invisible que une. Y dentro de ese entramado, el periodismo cultural ocupa un lugar discreto pero esencial: el de narrar lo común cuando todo empuja hacia la disgregación.

Hoy, la cultura se entrecruza inevitablemente con la política y la identidad nacional. Lo vemos en el debate sobre las lenguas minoritarias, en la tensión entre memoria histórica y revisionismo, en la reapropiación de símbolos por movimientos excluyentes. La cultura ha dejado de ser un terreno neutro. Y, aunque muchos lo lamenten, este cambio no es necesariamente negativo: implica, al contrario, una oportunidad para preguntarnos qué tipo de relato compartido queremos construir.

El periodista cultural, en este contexto, no solo informa. También disierne, interpreta y alerta. No hay neutralidad posible cuando lo que está en juego es la memoria colectiva o la dignidad de una tradición arrinconada. Pero sí puede haber, y debe haber, honestidad, contextualización y profundidad.

Uno de los mayores desafíos que enfrentamos como europeos no es la falta de memoria, sino su fragmentación. Cada país guarda su propio archivo emocional, sus propias heridas, sus propios héroes. Pero ¿quién cuenta las historias que nos cruzan? ¿Quién señala los puentes que el tiempo y la política han erosionado?

Free Close-up of a stack of colorful newspapers on a wooden table, showcasing print media. Stock Photo
Memoria y relato: lo común frente al olvido

El periodismo cultural debe asumir esa tarea de narrar los vasos comunicantes. Contar cómo una poeta exiliada en México dialogaba con un filósofo alemán; cómo un teatro de Sarajevo puede resonar con una galería en Lisboa; cómo la literatura infantil en catalán habla de los miedos y esperanzas que también tienen los niños de Cracovia.

Narrar lo común no significa homogeneizar. Al contrario: se trata de poner en valor la diversidad como lenguaje compartido. La cultura no borra las diferencias; las hace legibles.

Como periodista, he aprendido que a veces son los gestos más modestos los que contienen el pulso más verdadero de Europa. Una biblioteca rural que traduce cuentos griegos al gallego. Un festival de cine en lengua sami. Una exposición escolar sobre la Segunda Guerra Mundial en una aldea polaca. Es ahí, en lo “pequeño”, donde he sentido que se cuece algo importante: un vínculo con la comunidad, un gesto de hospitalidad con el otro, una afirmación del derecho a narrar la propia historia.

El periodismo cultural no debe temer a lo local. Al contrario: debe acercarse a él con reverencia, con vocación de escucha. Porque lo local, si se cuenta bien, siempre contiene lo universal.

Free Close-up of reading glasses resting on a stack of newspapers, symbolizing knowledge and study. Stock Photo
Memoria y relato: lo común frente al olvido

Vivimos en un ecosistema mediático que premia lo instantáneo, lo viral, lo opinativo. El periodismo cultural, con sus tiempos largos y su mirada contextual, suele ser percibido como marginal. Sin embargo, creo que su verdadera fuerza radica precisamente en eso: en su capacidad para no dejarse arrastrar por el vértigo, para resistir a la urgencia sin reflexión.

No se trata de idealizarlo. También en el periodismo cultural hay superficialidad, elitismo y repetición de clichés. Pero cuando se ejerce con rigor y sensibilidad, es una de las formas más altas de ciudadanía. Porque permite entender de dónde venimos, hacia dónde vamos, y cómo se entrelazan nuestras historias individuales en un relato mayor.

Creo firmemente que, para fortalecer el periodismo cultural se requiere situarlo en el centro de las redacciones, asignarle los recursos que merece, abrir espacio a nuevas voces y fomentar su colaboración con ámbitos como la academia, las artes y la educación. Solo entonces dejará de ocupar un papel meramente ornamental y podrá convertirse en un pilar esencial de un periodismo más consciente, crítico y con mayor profundidad intelectual.

Free A person reads a newspaper at a stand in Istanbul, Turkey, highlighting daily news. Stock Photo
La historia como brújula: entre el pasado y el porvenir

La historia —no solo como disciplina, sino como actitud frente al tiempo— es inseparable de la práctica periodística. En mi trabajo, nunca he podido separar una crónica cultural de su contexto histórico. Cuando cubro un concierto en Dresde, escucho el eco de los bombardeos. Cuando escribo sobre un festival en Sarajevo, pienso en el cerco de los años noventa. Cada evento tiene capas, resonancias, cicatrices.

El periodismo cultural, cuando es histórico sin ser nostálgico, nos permite comprender el presente con mayor lucidez. No se trata de vivir anclados en el pasado, sino de evitar la amnesia que convierte a las sociedades en presas fáciles del simplismo.

Las grandes instituciones culturales europeas cumplen un papel, sin duda. Pero los verdaderos puentes entre pueblos se construyen en los márgenes: en los talleres de traducción, en las residencias de artistas, en las iniciativas ciudadanas que rescatan memorias olvidadas. Es allí donde el periodismo cultural puede hacer una diferencia real: visibilizando lo invisible, dándole nombre a lo anónimo.

Free Street view of a newspaper kiosk in Brescia, Italy, featuring daily publications and passerby. Stock Photo
Cuando lo simbólico transforma: pequeños eventos, grandes verdades

No todo puente necesita un presupuesto millonario. A veces basta con una historia bien contada, con una entrevista que conecta orillas, con un reportaje que hace sentir a un lector portugués que tiene algo en común con una joven estonia o un abuelo siciliano.

En este tiempo herido de sospechas y repliegues, el periodismo cultural tiene algo de antídoto. No porque proponga soluciones mágicas, sino porque invita a pensar, a sentir y a imaginar desde lo compartido.

¿Puede salvar el alma cultural de Europa? Quizá sea mucho pedirle. Pero puede, al menos, evitar que la olvidemos. Y eso ya es una forma de salvación.

#hoylunes, #ehab_soltan,

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