«Máscaras del Yo» para Anabel es una historia sobre el descubrimiento personal y la aceptación, un recordatorio de que a veces, para encontrar nuestra verdadera identidad, debemos primero dejar de lado los escudos que hemos construido alrededor de nosotros.
Por Ehab Soltan
Hoylunes – En la vibrante ciudad de Valencia, vivía Anabel, una joven psicóloga con una carrera prometedora. A pesar de su éxito profesional, Anabel luchaba constantemente con su autoconcepto, una imagen de sí misma que había construido meticulosamente a lo largo de los años.
Anabel, la profesional competente y segura, era en realidad un escudo, una máscara que usaba para protegerse de sus propias inseguridades y miedos. En su infancia, había sido una niña tímida y reservada, a menudo superada por la sombra de su hermano mayor, un atleta destacado y carismático. Esta experiencia había moldeado su percepción de sí misma, haciéndola creer que no era lo suficientemente buena.
A medida que crecía, Anabel comenzó a utilizar trucos psicológicos defensivos para fortalecer su autoestima. Adoptó una personalidad extrovertida y segura, ocultando su verdadera naturaleza introspectiva. En su carrera, se esforzaba por ser perfecta, creyendo que cualquier error sería una confirmación de sus temores internos de insuficiencia.
Un día, Anabel se enfrentó a un caso que desafiaría su propia percepción. Se trataba de un joven llamado Luis, quien, al igual que ella, utilizaba mecanismos de defensa para ocultar sus inseguridades. A través de sus sesiones con Luis, Anabel comenzó a ver reflejos de sí misma, dándose cuenta de que había estado viviendo detrás de una fachada.
La epifanía llegó durante una sesión particularmente emotiva con Luis. Al ayudarlo a desmantelar sus propias defensas, Anabel se vio forzada a confrontar su verdadero yo. Entendió que su autoconcepto estaba basado en una narrativa que había creado para protegerse del rechazo y la crítica.
Este momento fue un punto de inflexión para Anabel. Comenzó a trabajar en aceptar su verdadero yo, abrazando sus imperfecciones y vulnerabilidades. Aprendió que el autoconcepto no debe ser una máscara para ocultarse, sino un reflejo auténtico de quién es uno realmente.
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