Pau Hernández: El Escritor que Desarma la Tragedia con Comedia

La escritura de «Sobrevivo, que no es poco» fue una lucha de guerrillas, entre horarios, jornadas frente al teclado, pañales y biberones, donde Pau Hernández esquivó las balas del tiempo, la duda y el miedo, hasta lograr la publicación de su novela.

 

Por Ehab Soltan

HoyLunes – Pau Hernández nació en Valencia en 1978. Siempre supo que las palabras eran su zona de combate y también su refugio. Joyero de formación, entre oro y diamantes surgió su joya más preciada: «Sobrevivo que no es poco». Durante años escribió relatos cortos como quien tira cuchillos al vacío, como el protagonista de sus historias, sin otra intención que afinar el pulso y esquivar el miedo al fracaso. Pero un día apareció Vicente Folgado, un detective privado, cínico, camorrista y seductor, y todo cambió. Con él nació «Sobrevivo, que no es poco», su primera novela publicada, donde el crimen y el humor negro se dan la mano como dos viejos socios que no se fían el uno del otro.

Porque a veces, un personaje no nace. Se fuga. Se escapa de los márgenes de un relato corto como un delincuente con vocación de leyenda, y exige más espacio, más páginas, más pólvora. Eso fue Vicente Folgado. Un tipo de esos que no piden permiso ni dan las gracias, que no encajan en las comas ni obedecen puntos finales. Fue él quien empujó a Pau Hernández a escribir una novela que no estaba en los planes, que ni siquiera figuraba en sus ambiciones literarias. Y, sin embargo, terminó por cambiarlo todo. Porque «Sobrevivo, que no es poco» no es solo el título de su primera novela publicada. Es también una declaración de principios. Un mantra que arrastra el eco de cada día que arañó minutos al caos familiar, al cansancio, al trabajo y a la cerveza pendiente con ese amigo que nunca dejó de llamar.

Sus relatos criminales, cortos, abrieron la puerta a las buenas novelas negras: con un cadáver caliente, una pistola equivocada y un detective que no sabe si lo van a matar los malos o lo va a terminar de rematar la policía. Y entre palizas, amenazas y humor del más negro, Vicente Folgado se abre camino a patadas por los bajos fondos, como si su vida fuera un chiste que nadie quiere contar, pero todos terminan escuchando. Lo que Pau no sabía —cuando se sentó por primera vez a escribir sin más expectativas que una carcajada a tiempo— era que estaba gestando a un antihéroe adictivo, de esos que piden secuela a gritos. Y los lectores, claro, la exigieron. Con cariño, con insistencia. A veces, con amenazas sutiles.

Pero volvamos al origen.

Pau Hernández, se había mantenido fiel a los relatos criminales. Breves, intensos, sin complicaciones estructurales. Como fogonazos. Le gustaba ese formato porque el fracaso, si venía, no dejaba demasiadas cicatrices. Sin embargo, cuando ideó a Folgado, algo cambió. El personaje gustó. Encandiló. Se ganó a un director de revista y a un puñado de lectores leales que pedían más. Pau, reticente al principio, acabó claudicando. Porque, como él mismo diría después, hay personajes que no están hechos para morir rápido. Necesitan meterse hasta el fondo en el fango, equivocarse con estilo, y rematar cada escena con una frase que haría sonreír a la muerte.

La escritura de «Sobrevivo, que no es poco» fue una lucha de guerrillas. Sin horarios, sin épicas jornadas frente al teclado, sin cafés humeantes en bibliotecas silenciosas. Fue escrita a retazos, como quien hurta el tiempo al reloj. Diez minutos, una frase. Media hora, una escena. Y así, con la constancia de quien sabe que escribir es oficio antes que inspiración, Pau levantó la novela. A base de estructura, ritmo y la intuición de un lector voraz que, más que historias, estudia esqueletos narrativos. Aprendió a mantener la tensión, a hilar subtramas, a ceder ante la historia cuando una escena bonita no servía para nada.

El resultado fue una novela que mezclaba crimen y comedia con la naturalidad de quien ha crecido entre el cine de Tarantino y los detectives con resaca. Una historia donde la moralidad es un chicle que se estira hasta romperse, y donde lo importante no es salir ileso, sino salir con una buena historia que contar.

Publicarla fue casi un accidente feliz. Un jurado de concurso que, aunque no premió la novela, se la leyó. Un editor que se entusiasmó. Un contrato firmado sin castillos en el aire, pero con la ilusión intacta. Y una ilustradora que entendió el tono, que transformó la historia en una portada que no gritaba, pero susurraba lo justo. Lo demás fue una mezcla de librerías, selfies, reseñas, lectores que se reían en los sitios más inesperados, y una frase que Pau nunca olvidará: “Nunca antes me había reído con una novela”.

Y eso, quizás, lo resume todo.

Porque «Sobrevivo, que no es poco» no entretiene. Salva. Salva al lector del aburrimiento, del tedio narrativo, de las tramas predecibles. Salva a su autor de la comodidad de los relatos breves. Y salva a Vicente Folgado de esa muerte literaria que acecha a los personajes que no evolucionan. Porque Folgado sí lo hizo. Y Pau, que empezó creyendo que una novela era un Everest inalcanzable, terminó descubriendo que las historias —como las balas— a veces se disparan solas. La clave es apuntar con honestidad, escribir sin miedo y, si es necesario, morder la bala.

Porque en este oficio, como en la vida, «sobrevivir ya es bastante».

Pau Hernández y su libro «Sobrevivo, que no es poco» forman parte del prestigioso proyecto «Detrás de cada libro hay una historia», impulsado por el Consejo Literario Independiente de «Viajes Literarios» y «Drama Social». Esta iniciativa reúne a escritores de distintas nacionalidades con el propósito de celebrar la diversidad de voces que dan forma a la literatura contemporánea. Su publicación inicial en español permitirá que estas historias lleguen primero a los corazones hispanohablantes, antes de abrirse paso en otros idiomas, culturas y geografías, llevando así el mensaje de Pau a nuevas latitudes.

La escritura de «Sobrevivo, que no es poco» fue una lucha de guerrillas, entre horarios, jornadas frente al teclado, pañales y biberones, donde Pau Hernández esquivó las balas del tiempo, la duda y el miedo, hasta lograr la publicación de su novela.

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