Para Karina, ser escritora es habitar la palabra como un espacio de verdad. Nombrar lo que duele, resistir al olvido, explorar mundos posibles.
Por Ehab Soltan
Hoylunes – A veces, una historia nace sin previo aviso, como si hubiera estado esperando el momento justo para ser contada. En el caso de Karina Reverter, esa historia emergió con la fuerza de lo inevitable. Escritora, periodista y actriz, Karina ha transitado escenarios diversos —desde las redacciones hasta los teatros—, pero fue en la escritura donde encontró un modo visceral de habitar la palabra.
Nacida en julio de 1976 en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires. Karina se formó en Comunicación Social con orientación en periodismo, especializándose en investigación junto a referentes como Luis Pazos y Sibila Camps. Su trayectoria incluye trabajos en medios gráficos y digitales, una sólida formación actoral con maestros como Román Podolsky, Julio Baccaro y Alicia Bruzzo, y un compromiso con la docencia, la dirección teatral y la creación cultural, como editora de la revista «ArtCangel Cultural». Entre cuentos, obras teatrales y contenidos digitales, ha consolidado una voz creativa inquieta, en permanente búsqueda.
Esa búsqueda, precisamente, fue la que la llevó a escribir «Los Extremos de Venus», una novela que no surgió de un plan estructurado, sino de una necesidad urgente. “Al principio fue apenas una idea, una semilla que no sabía muy bien qué era”, cuenta Karina. Pero las palabras comenzaron a tomar cuerpo, y con ellas, los personajes. Lo que parecía una historia de amor y aventuras se transformó, capítulo tras capítulo, en una trama más compleja, atravesada por el deseo y el dolor, por la intuición y la necesidad de contar lo que muchas veces se calla. Una joven desaparece por investigar el negocio de la trata de personas, y su búsqueda arrastra al lector hacia una verdad incómoda, que late bajo la superficie de lo cotidiano.
No hubo un solo evento que encendiera la chispa creativa. Fue una acumulación: lecturas, intuiciones, conversaciones, y una pregunta persistente —¿qué pasa con las mujeres que desaparecen?— que se convirtió en brújula. La investigación sobre la trata no fue el punto de partida, pero se impuso con fuerza, inevitable. Como actriz, Karina necesitaba ritmo y conflicto; como periodista, no podía mirar para otro lado. Así, escribir fue también resistir al silencio. Un proceso emocional, político y, sobre todo, revelador.
Hoy, «Los Extremos de Venus» se encuentra en proceso de corrección, una etapa que Karina vive con la misma intensidad que la escritura. Eligió trabajar con una editorial independiente, decisión que le permite conservar la libertad creativa y participar en cada aspecto del proyecto, desde la edición hasta la portada. Pero con esa libertad llega también la responsabilidad de la difusión, las ventas y la organización de presentaciones. No es el camino más fácil, admite, pero sí el más honesto con lo que quiere construir como autora: una red real, cercana, que conecte directamente con lectoras y lectores, sin filtros ni artificios.
Para ella, escribir no es solo teclear. Es sostener una idea cuando tambalea, defenderla cuando nadie la entiende, y acompañarla hasta que esté lista para salir al mundo. Por eso, cuando piensa en los nuevos escritores, Karina no duda en dar un consejo: escribir, incluso cuando no hay certezas, incluso cuando tiemblan las palabras. Porque la historia se revela escribiendo, no antes. Y porque compartir lo escrito, aun cuando parezca imperfecto, es parte del proceso.

A lo largo del camino, ha aprendido a escuchar la crítica sin perder el eje. Rodearse de personas que lean con honestidad y sensibilidad, tomar lo que sirve y soltar lo que no. El feedback no es una amenaza, dice, sino una herramienta. A veces, una palabra externa destraba un nudo narrativo; otras veces, es necesario seguir confiando en la propia intuición.
Para Karina, ser escritora es habitar la palabra como un espacio de verdad. Nombrar lo que duele, resistir al olvido, explorar mundos posibles. Escribir, para ella, es una forma de existir y de insistir. No lo hace porque tenga todas las respuestas. Lo hace, precisamente, para no perder las preguntas.
Esa vocación por narrar desde el borde entre lo real y lo emocional ha sido el puente entre sus tres oficios: el de periodista, el de actriz y el de escritora. De la actuación toma el cuerpo del personaje; del periodismo, la mirada crítica y la investigación. «Los Extremos de Venus» es la síntesis de esas miradas: una novela que interpela, que emociona y que incomoda.
Cuando se sienta a escribir, lo hace como si ensayara una escena. Escucha al personaje, lo deja hablar bajito, lo actúa en la cabeza. No tiene rituales mágicos, pero sí una estructura firme: horarios, constancia, y el hábito de sentarse, incluso cuando la inspiración no aparece. Porque la inspiración, dice, nace del trabajo sostenido.
Y así es como nace también Ana Clara, la protagonista de esta historia. Una mujer a la que la vida le tiende una trampa inesperada. Podría ignorarla, pero elige enfrentarla. Su camino —impredecible, intenso, lleno de preguntas y encuentros— se convierte en una búsqueda tan ajena como propia. Con una narrativa simple, cotidiana y profunda, «Los Extremos de Venus» se alza como una historia de amor, erotismo y aventura, donde el amor y la justicia caminan juntos, al borde del abismo, sin soltarse de la mano.
Karina Reverter y su libro “Los Extremos de Venus” forman parte del prestigioso proyecto «Detrás de cada libro hay una historia», impulsado por el Consejo Literario Independiente de «Viajes Literarios» y «Drama Social». Esta iniciativa reúne a escritores de distintas nacionalidades con el propósito de celebrar la diversidad de voces que dan forma a la literatura contemporánea. Su publicación inicial en español permitirá que estas historias lleguen primero a los lectores hispanohablantes, antes de abrirse paso en otros idiomas, culturas y geografías, llevando así el mensaje de Karina a nuevas latitudes.
Hoy, mientras «Los Extremos de Venus» se prepara para llegar a manos lectoras, Karina Reverter continúa fiel a su forma de estar en el mundo: escribiendo, preguntando, incomodando. No escribe para ofrecer certezas, sino para dejar espacio a las dudas que arden. Porque, como bien dice ella, escribir no es encontrar respuestas, sino evitar perder las preguntas. Y en ese gesto —valiente, humano, profundamente literario— radica la verdadera potencia de su obra.
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