Un Museo Como Bosque: Blanca de la Torre y la Raíz Viva del IVAM

IVAM bajo la mirada de Blanca de la Torre: raíces profundas, ramas abiertas al mundo.

Queremos un museo donde las ramas grandes abran paso a las pequeñas.

La sostenibilidad no es un tema, es un modo de habitar el mundo.

 

Por Ehab Soltan

Hoylunes – Desde hace años, Blanca de la Torre no camina: cultiva. A su paso, deja huellas que florecen en exposiciones, raíces conceptuales que cruzan fronteras, y hojas que reverberan con ideas nuevas. Su vida se escribe entre cuadernos de notas, mapas mentales y cuartos de museo que se transforman en territorios vivos. Hoy, su mirada —capaz de abarcar el telescopio y el microscopio al mismo tiempo— se posa sobre el IVAM, institución que dirige con la intuición de una jardinera del pensamiento contemporáneo.

Con más de dos décadas de experiencia, su trayectoria ha brotado en contextos diversos: de Europa a América Latina, de museos a bienales, de estructuras establecidas a formatos experimentales. Y sin embargo, cada paso de Blanca parece responder a una brújula invisible que la orienta hacia un arte vivo, comprometido y profundamente humano.

El arte, para ella, no es una galería de objetos, sino un sistema de relaciones, una coreografía entre materia, territorio y memoria. Así lo soñó desde el MUSAC, en aquella etapa fundacional donde trabajar no era una obligación, sino una fiesta de ideas y complicidades. Así lo proyecta hoy, cuando imagina al IVAM como bosque, jardín y huerto: un ecosistema donde se siembran conceptos y se cosechan futuros.

Blanca habla con la claridad de quien ha escuchado al arte desde muchos frentes. Sabe que la sostenibilidad no es una temática, sino una ética. Sabe que el museo puede ser un ágora, un refugio, un espejo y una chispa. Y sabe, también, que el arte valenciano, con su historia y su paisaje, es un río de savia que debe nutrir la proyección internacional del IVAM, sin desarraigo ni olvido.

Hoy, desde HOYLUNES, conversamos con la nueva directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno sobre la visión que la acompaña, los desafíos que la inspiran y las raíces que quiere cuidar. Porque detrás de cada proyecto museístico, hay una filosofía; y detrás de Blanca de la Torre, hay un mundo.

Blanca, ¿qué emociones y pensamientos te acompañaron el día en que supiste que serías la nueva directora del IVAM?

Sentí una de esas sensaciones de que se abría una nueva y emocionante etapa en mi vida, un momento que marca un capítulo.

Tu trayectoria te ha llevado por distintos países y proyectos curatoriales. ¿Qué aprendizajes traes contigo a Valencia y cómo crees que enriquecerán al IVAM?

He trabajado durante 25 años en el ámbito del arte contemporáneo en Europa, Estados Unidos, Asia y América Latina, en plataformas tan complementarias como diversas. Mi enfoque ha sido principalmente en museos e instituciones públicas, incluyendo eventos de gran escala como festivales y bienales internacionales. Esta experiencia amplia me permite abordar un espectro extenso de problemáticas y necesidades pertinentes a cualquier tipo de centro o institución. Siempre he mantenido un pie en el estado español y el otro fuera, lo que me permite tener en una mano el telescopio y en la otra el microscopio, facilitando así una mirada poliédrica simultánea.

Blanca de la Torre transforma el IVAM en un bosque de ideas, memorias y futuros sostenibles

¿En qué momento sentiste que tu vínculo con el arte contemporáneo no solo era profesional, sino una forma de vida?

Mi paso por el MUSAC fue un punto de inflexión, hace más de veinte años, cuando comenzamos a preparar la inauguración del museo. Antes había trabajado principalmente en galerías de arte, y la experiencia de trabajar en un museo como ese significó para mí un cambio de perspectiva. Aprendí mucho de Rafael Doctor, Agustín Pérez Rubio y Kristine Guzmán. Rafa era un director que nos alentaba constantemente a tener ideas; nos animaba a presentar proyectos de forma continua, prometiendo días libres a cambio. Sin embargo, nadie tomaba esos días libres porque queríamos pasar el día entero en el museo. Fue una etapa muy emocionante y el equipo siempre estuvo junto, dentro y fuera del museo. Allí me di cuenta de que quería realizar mis propias exposiciones y generar mis propios relatos a través del arte, en lugar de coordinar únicamente los proyectos de otros, por muy emocionantes que fueran. Por eso decidí irme.

Has situado la colección del IVAM como epicentro de tu propuesta. ¿Qué papel sueñas que tenga esta colección en el imaginario cultural de Valencia y del mundo?

Quiero que la colección del museo vertebre su identidad a través de un nuevo espacio permanente, fluido y polifónico, donde el modelo historiográfico, con iconos reconocibles, coexista con lecturas alternativas. Es fundamental que esas piezas icónicas se conviertan en una referencia que otorgue identidad al museo, más allá de las salas ya existentes dedicadas a Julio González y a Pinazo. Por ejemplo, el IVAM cuenta con una fantástica colección de vanguardias europeas, que debemos potenciar contextualizándolas en el panorama global y nacional, así como en el papel que ha jugado el arte valenciano en la historia del arte.

Patrimonio, sostenibilidad, territorio e internacionalización son pilares ambiciosos. ¿Cómo se articulan entre sí y qué retos ves en esa integración?

Los ejes fundamentales son tres: patrimonio, sostenibilidad y territorio. Se propone un modelo de institucionalidad que aborda la sostenibilidad en sus cuatro dimensiones, vinculado a la construcción de un patrimonio, tanto material como inmaterial, que atraviesa pasado, presente y futuros. Paralelamente, se refuerza el relato en torno al territorio como un espacio líquido donde lo internacional y lo local operan como vasos comunicantes. La internacionalización, digitalización y transdisciplinariedad son otras tres líneas que atraviesan las directrices. Soy consciente de que es un proyecto ambicioso, y creo que la clave es articularlo paralelamente tanto de manera interna, más estructural, como externa, hacia la sociedad.
Trabajar el software y el hardware del IVAM. Y hacerlo en colectivo, con una actitud de colaboración y escucha tanto del propio equipo del museo como del tejido cultural y artístico de la comunidad.

¿Podrías compartirnos una imagen concreta o una metáfora que describa cómo imaginas el IVAM dentro de cinco años?

Mi proyecto partía de la metáfora de bosque, jardín y huerto, un lugar donde sembrar ideas y germinar futuros, un centro vivo que se riega cada día. El museo se visualiza como bosque, bajo cuya tierra subyace un entramado de relaciones de ecodependencia e interdependencia. En el exterior de este, las ramas más grandes abren espacio a las pequeñas en un gesto de colaboración y apoyo mutuo. Me gusta poner como ejemplo el bosque Pando, el organismo más grande del planeta y cuyos árboles están unidos por una sola raíz.

La sostenibilidad no es un concepto habitual en las direcciones de museos. ¿Cómo se convierte en práctica cotidiana en la gestión de una institución cultural?

La sostenibilidad ha de abordarse de manera sistémica, no es un tema, no tiene que ver con hacer exposiciones que traten de ecología, sino a pensarnos en clave ecosistémica.
Sostenibilidad es actuar con el objetivo de mantener en equilibrio la compleja red de hilos invisibles que «sostienen» la vida. Para empezar, es fundamental trazar una hoja de ruta que rompa con el cortoplacismo, para ir dibujando esos futuros deseables.

¿Qué papel juega el territorio valenciano —su historia, sus artistas, su paisaje— en tu visión curatorial?

El enfoque del territorio tendrá líneas claras que pronto desvelaré. En la colección, es esencial reivindicar el papel de artistas valencianos como Andreu Alfaro, Carmen Calvo, José María Yturralde, Eusebio Sempere o Soledad Sevilla, de quien actualmente tenemos una maravillosa exposición en colaboración con el MNCARS. Es fundamental trabajar con los artistas locales y apoyar sus trayectorias. Pero hay otro aspecto esencial en mis lineamientos curatoriales: la preservación de los saberes tradicionales, los conocimientos vernáculos y el patrimonio inmaterial. Si construimos territorio desde una perspectiva afectiva, fortalecemos la transmisión de saberes cuya pérdida socava nuestros imaginarios, que en ocasiones son milenarios y nos dejan sin las herramientas necesarias para dar forma a nuestras identidades comunitarias, lo que llamamos “las raíces”. Volvemos al concepto de una sostenibilidad que busca “sostener” esas raíces, cada vez más frágiles y debilitadas por la pérdida de la memoria colectiva.

¿Crees que un museo puede ser también un agente de cambio ecológico y social? ¿Cómo?

Los museos han de ser ágoras activas, espacios de interacción, intercambio y creación de comunidad. Para ello debemos ofrecer experiencias transformadoras, construir relatos cautivadores que construiyan espíritu crítico a través de visiones más empáticas y dialógicas.

Has mencionado intercambios de colecciones y coproducciones con centros internacionales. ¿Qué alianzas estratégicas estás explorando ya?

Se anunciarán a su debido tiempo.

El IVAM florece con Blanca de la Torre: arte, territorio y sostenibilidad en una sola raíz

¿Qué referentes museísticos internacionales te inspiran para este nuevo ciclo en el IVAM?

No creo que se trate de museos en los que mirarse, sino de buscar sinergias y complicidades. Pienso en términos de alianzas transescalares; ya no estamos en una época en la que los “grandes” museos solo colaboran con los “grandes”. Se trata más bien de establecer relaciones de cooperación que sirvan para dinamizar el contexto y abrir nuevas puertas y fórmulas de colaboración más sostenidas.

¿Cómo se conjuga el deseo de internacionalización con el compromiso con lo local?

La cultura es universal, aunque se impulse desde lo local, y prestar atención al contexto cercano no es incompatible con un enfoque global. Consolidar la imagen internacional del museo tiene repercusiones directas en el tejido local. La intención es promover una incidencia tanto local como nacional dentro de un proyecto internacional integral, es decir, trabajar continuamente estableciendo puentes entre la ciudad, la comunidad, el estado y el panorama internacional, generando interacciones entre todos ellos.

¿Qué lugar ocupa hoy el arte contemporáneo en la vida pública? ¿Crees que los museos deben adoptar una voz más crítica ante los desafíos globales?

Los museos ya adoptan una voz crítica ante los desafíos globales; son esenciales para construir nuevos relatos y desarrollar modos alternativos de ver y entender el mundo.

¿Qué te conmueve más en una obra de arte y cómo te enfrentas a esa emoción desde tu rol como gestora?
Me conmueve cuando una obra se sitúa en ese contrapunto en el que un discurso bien articulado, que me abre puertas al conocimiento desde otro lugar, se presenta a través de una excelente resolución formal. Para mí, el comisariado debe aguzar el oído para escuchar todas las historias con el objetivo de mostrar otras formas de sentir, pensar y actuar, abriendo caminos de posibilidad y creando espacios nuevos de encuentro, experimentación y disrupción.

¿Cómo imaginas la relación entre el público joven y el IVAM bajo tu dirección?

Incluir a la juventud es esencial y quiero incluir un pequeño grupo asesor formado por jóvenes, que ofrezca su visión sobre cómo interpelar desde sus lenguajes e intereses.

¿Tienes algún ritual personal antes de iniciar un nuevo proyecto expositivo?

Todos mis proyectos comienzan en mis cuadernos de notas. Siempre llevo uno conmigo donde apunto ideas, intuiciones, títulos que se me ocurren, asociaciones y reflexiones.
Realizo esquemas y mapas mentales que a veces no son más que una manera de estructurar mis pensamientos, o responden puramente a mi pulsión de escribir. De esa amalgama de ideas surgen los proyectos, que luego van tomando forma poco a poco.

¿Cuál ha sido la exposición que más te ha cambiado la vida, como curadora o como espectadora?

Es muy difícil escoger una sola, ya que cada exposición responde a inquietudes, motivaciones o circunstancias de momentos específi

cos. Por ejemplo, durante mis años en el ARTIUM, hice una lectura de la colección del museo en clave fílmica, estableciendo un paralelismo entre el montaje de una película y el de una exposición. La titulé Montaje de atracciones, en un guiño a Eisenstein, porque me fascinaba el cine de vanguardia soviético, y en ella exploraba la gramática fílmica en la propia exposición mediante recursos como elipsis, flashbacks, fast-forwards etc. También desarrollé en el mismo museo un programa que disfruté enormemente, «Praxis», un espacio orgánico, emancipado, de algún modo, de las estructuras que regían el resto del centro. Por allí pasaron más de 15 proyectos de artistas que desarrollaban sus proyectos a los ojos de quienes visitaban el museo, sin inauguración y donde todo era procesual y buscaba reutilizar los desechos de muestras que ya hubieran tenido lugar en el museo.

Anteriormente, en Londres, comisarié una exposición que también fue muy emocionante, Off Street, en la A Foundation, donde también produjimos todas las obras de manera específica para la exposición, que se expandía extramuros. A lo largo de mi carrera me he caracterizado por realizar proyectos que apuestan por comisionar obras site-specific. La exposición Hybris también fue crucial para mí, ya que fue donde empecé a establecer parámetros más específicos para desarrollar exposiciones más sostenibles, hace diez años. Antes de eso, lo hacía de manera más intuitiva. Pero también todo el tiempo trabajando en Belgrado me marcó mucho, y por supuesto mi experiencia en Ecuador como comisaria jefe de la 15 Bienal de Cuenca, fue la oportunidad de implementar todo eso a lo largo de toda la ciudad. Me dejo muchas cosas en el tintero, es muy difícil seleccionar una sola.

Y si tuvieras que definirte con una obra del IVAM, ¿cuál sería y por qué?

No veo mucho sentido definirme con una obra; lo siento…

La visión de Blanca de la Torre para el IVAM es más que una gestión: es una obra maestra en construcción. Con cada idea sembrada, cada raíz recuperada y cada diálogo abierto, proyecta un museo que respira, que escucha y que transforma. En sus palabras, la institución se convierte en un organismo vivo, tejido por la memoria, la sostenibilidad y la belleza del arte que interpela. Si el IVAM es un bosque, Blanca es su jardinera visionaria, cuidando con detalle cada hoja del porvenir.

#hoylunes, #blanca_de_la_torre, #ivam,#ehabsoltan,

Related posts

Leave a Comment

Verificado por MonsterInsights