BAJO las DUNAS ROJAS, el Viaje Invisible de Mayra Estévez García

Entre el desierto de Namibia y la batalla diaria, una novela hecha con cuerpo, alma y convicción.

 

Por Ehab Soltan

HoyLunes – A veces, los libros no se escriben. Se sobreviven. No brotan de la comodidad de una mesa bien iluminada, ni de cafés de autor con ventanas abiertas al mundo, ni siquiera de la planificación milimétrica de una jornada creativa. Algunos libros nacen desde el margen, desde una lucha diaria contra el cuerpo, contra la prisa, contra el olvido de quienes aún no han oído tu nombre. Y sin embargo, ahí están. Como «BAJO las DUNAS ROJAS«, el testimonio salvaje y luminoso de Mayra Estévez García. Nacida en Madrid en 1975, vivió la infancia entre Granada y Valladolid, hasta que tres años atrás —con marido e hijas— recaló junto al mar en Huelva, cumpliendo uno de esos sueños que uno se permite al cerrar los ojos con fuerza.

«BAJO las DUNAS ROJAS»: “Un viaje inolvidable a África, cargado de intriga y emociones.

Descubrí que, detrás de la novela de Mayra, lo que en verdad había era una historia más potente que cualquier ficción: la de una mujer que escribe en enclaves improvisados, semitumbada entre cojines que sostienen su cuerpo dolorido, con un portátil apoyado sobre una mesa plegable encima de las rodillas: “Escribo donde y como puedo, porque mi oficina es mi casa, y mi horario no existe, voy buscando ratos y enclaves donde esconderme para dar rienda suelta a mi imaginación”. No tiene rituales de escritora, pero sí un modo de resistencia. Y una promesa: “para otra entrevista si quieres te cuento mi lucha contra la enfermedad”.

Aun así, no hay victimismo en su tono. Hay decisión. Y un humor valiente que resiste sin dramatismo. Para contar «BAJO las DUNAS ROJAS», no necesitó billetes de avión ni pasaportes sellados: necesitó imaginación y documentación. Nunca ha estado en Namibia, pero cuando sus lectores dudaron de que no conociera el lugar, supo que había logrado lo imposible: “Les respondía que sí había acudido, pero de forma astral”. Su forma de viajar es la escritura. Como con la posguerra española —que tampoco vivió— y sin embargo recreó en una trilogía de 1400 páginas.

Mayra Estévez García. BAJO las DUNAS ROJAS. Una historia que no la dejó  en paz hasta verla impresa.

«BAJO las DUNAS ROJAS» fue su siguiente zambullido. De él nacieron otros cuatro tomos y acabó gestando la saga «LOS COLORES». No puede acortar, ni lo intenta. “Las tramas me poseen, me vuelven loca, crecen tanto que temo que la cabeza me explote si no las escribo”, confiesa. Le cuesta concretar, porque su mundo interior no cabe en frases breves.

Tampoco tuvo estudios lingüísticos ni formación específica. A fuerza de errores, se convirtió en su propia maestra. Corrige sola, invierte horas en revisar cada frase, cada ritmo, cada palabra. “No paro de aprender”, repite como un mantra. Y «BAJO las DUNAS ROJAS» le enseñó de todo: los paisajes africanos, los bosquimanos, las injusticias sociales, la bondad extrema, la peor humanidad. Aprendió también a emocionarse escribiendo. A llorar. A odiar. A amar.

Al principio, creyó ingenuamente que una editorial la publicaría. Pero las puertas se cerraban o se abrían con condiciones inaceptables. Así que se lanzó sola. Y sola lo hizo todo: edición, publicación, distribución, promoción: “Nadie mejor que yo para apostar por mis proyectos”. Envía los libros dedicados, mantiene contacto directo con sus lectores y ha creado vínculos de verdadera amistad con ellos: “Cuando detectan que me invade un bajón de fuerza, recibo sus textos tan positivos, sus ánimos para que edite algo nuevo, y, ¡boom!, sus deseos son órdenes”.

El viaje invisible de Mayra Estévez García

Su relación con los lectores no es abstracta. Es literal. Como aquella vez en que alguien llevó su novela a la biblioteca de la ONCE sin decirle nada, y la transformaron en audiolibro. Mayra deja su número de teléfono al final de cada obra, así que comenzaron a llamarla. Invidentes que, al oír su libro, pensaban que se trataba de una autora de renombre, de millones de ejemplares vendidos. Al descubrir su cercanía, su naturalidad, su voz, no podían creérselo. “He tenido gratas y emocionantes conversaciones telefónicas. «BAJO las DUNAS ROJAS» se elevó al número uno de su biblioteca de audio, y algunos se convirtieron en grandes amigos”.

No le teme a las críticas como antes. Ha dejado de mirar con lupa las opiniones negativas. “Sé quién soy, lo que deseo, lo que ofrezco, quién es mi público”. Ya no necesita un 10 para seguir adelante. Sabe que no gustar también es parte del camino. Y que la confianza no se hereda, se construye. Por eso, a quienes desean publicar un libro, les dice: “Que tengan mucha confianza en sí mismos. Que se agarren a su sueño con uñas y dientes. Las dificultades llegarán solas. Necesitarán decisión para seguir”.

Ella también dudó. También pensó que ser escritora era demasiado. También sintió que las puertas del mundo literario estaban cerradas. Pero Internet fue la ventana que se abrió: “Las puertas que me cerraron fueron abiertas gracias a las ventanas de Internet”.

Para Mayra, escribir no es sólo un oficio. Es una manera de ganarse la vida a su tiempo, a su forma, conciliando su salud y su familia, “avanzando por esta complicada aventura literaria con todos los pasos a mi espalda”. Eso significa ser escritora. Eso significa «BAJO las DUNAS ROJAS»: “Un viaje inolvidable a África, cargado de intriga y emociones, que se siente en propia piel como si el lector fuera un personaje más de la trama”.

«BAJO las DUNAS ROJAS»: los paisajes africanos, los bosquimanos, las injusticias sociales, la bondad extrema, la peor humanidad.

Mayra Estévez García y su libro «BAJO las DUNAS ROJAS» forman parte del prestigioso proyecto «Detrás de cada libro hay una historia», impulsado por el Consejo Literario Independiente de «Viajes Literarios» y «Drama Social». Esta iniciativa reúne a autores de distintas nacionalidades para celebrar la diversidad de voces que dan forma a la literatura contemporánea. Su publicación en español busca llegar primero al corazón de los lectores hispanohablantes, antes de cruzar idiomas, fronteras y geografías.

Y si al terminar este reportaje alguien se pregunta cómo pudo Mayra escribir todo esto sin haber pisado Namibia, sin oficina, sin horario, sin estudios literarios, la respuesta es sencilla: con cuerpo, imaginación, cojines, coraje… y una historia que no la dejó en paz hasta verla impresa.

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