Con nueve obras que abordan desde el Alzheimer hasta los conflictos armados, la compañía mallorquina dirigida por Tony Casla ha convertido el escenario en un espacio de conciencia y transformación social, recibiendo el Premio a la Mejor Iniciativa para el Fomento de la Cultura en los Premios Empresa Social 2025.
HoyLunes (Palma) – En tiempos donde el espectáculo abunda pero el contenido escasea, hay compañías que resisten sin hacer ruido. Que apuestan por lo incómodo, por lo necesario, por lo que nos confronta. Una de ellas es Antzoki Teatteri, una agrupación independiente nacida en 2012 bajo el impulso artístico y humano de Tony Casla, actor, director y activista cultural mallorquín. Desde entonces, han creado nueve espectáculos que no se limitan a entretener: buscan agitar, despertar, conmover.
La noche del 24 de junio de 2025, la trayectoria de Antzoki Teatteri fue reconocida en el Teatro Pavón de Madrid con uno de los galardones más simbólicos de los Premios Empresa Social: el de Mejor Iniciativa para el Fomento de la Cultura. Un premio que, más allá de la etiqueta, confirma que el arte puede tener un propósito transformador sin renunciar a la belleza ni al rigor.
El repertorio de Antzoki no es cómodo, y esa es su virtud. Han abordado temas como el Alzheimer, la violencia vicaria, la drogadicción, la represión de la mujer o el autismo. Lo han hecho con una mezcla de poesía, crudeza y compromiso que desarma al espectador. Su última obra, “FIREWORKS – Ascuas de vida”, gira en torno a los efectos psicológicos de la guerra, y tiene prevista una gira internacional que incluye Ecuador y Colombia, si la situación política lo permite.
En su discurso de aceptación, Tony Casla no leyó una lista de agradecimientos. Dijo algo mucho más esencial: «El teatro no tiene clase social. Puede hacerse en el mejor teatro o sobre la arena de un poblado. Lo importante es la historia que se cuenta, lo que nos conecta, lo que nos hace humanos». Esa es la filosofía que guía a Antzoki Teatteri. Su escenario no tiene fronteras, y su misión no conoce límites.
Casla —quien combina una larga trayectoria como intérprete con una visión radicalmente ética del arte— lidera un proyecto donde cada función es un acto de denuncia, pero también de esperanza. En un mundo donde la cultura suele ser un lujo o una distracción, Antzoki la convierte en herramienta. En espejo. En refugio.
Recibir este premio no cambia la esencia de la compañía, pero sí confirma que hay espacio para el arte con alma. Para las preguntas difíciles. Para el teatro que, en lugar de ocultar el dolor, lo expone con sensibilidad y verdad. Antzoki Teatteri no viene a salvar el mundo. Pero nos recuerda que aún hay historias que merecen ser contadas con valentía.
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