En esta conversación luminosa, Lidia Roselló nos invita a cruzar con ella los umbrales del miedo, la escritura y el deseo de libertad.
Desde un retiro de autoras hasta el nacimiento de una novela íntima, «Ladrona de Naranjas» es la crónica de una transformación personal y narrativa.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – Hay libros que no se escriben con tinta, sino con vértigo. Que no nacen en un despacho ni en una libreta de ideas, sino en el instante preciso en que el alma ya no puede seguir callando. «Ladrona de Naranjas» es uno de ellos.
En la vida de cada mujer hay una estación donde el silencio pesa más que las palabras, donde el deseo arde bajo la piel como un recuerdo de infancia, y donde, al fin, se decide abrir la ventana y respirar de nuevo. «Ladrona de Naranjas» es esa estación hecha literatura: cálida, íntima y reveladora.
En sus páginas, el rumor del azahar y la valentía de Estela —su protagonista— se entrelazan para hablar de lo que no se dice, de lo que pesa y de lo que salva. Águilas es un espejo cálido donde se reflejan las decisiones que cambian una vida. Y en medio de todo ello, la voz de su autora: Lidia Roselló, periodista, fotógrafa y escritora, cuya sensibilidad ha encontrado una nueva forma de contarse al mundo.
Nacida en Águilas (Murcia), Lidia lleva más de una década contando historias con la mirada. Ha trabajado como periodista freelance, creadora de contenido para medios, agencias y proyectos culturales. Desde su proyecto Ikarus Films ha retratado amores reales con una estética sincera, natural y luminosa. Y en 2025, da un paso más allá con su primera novela, publicada por Las Lolas Editorial.
«Ladrona de Naranjas» nos presenta a una mujer que rompe con lo establecido para encontrarse a sí misma. Estela, su protagonista, atraviesa las calles de Águilas como quien recorre sus propias grietas. Y en ese camino, muchas lectoras han encontrado un espejo emocional donde reconocerse.
Roselló escribe desde la vida vivida. Su prosa no busca deslumbrar, sino acompañar, abrir grietas en la rutina para que entre un poco de verdad. Ahora, mientras prepara su segundo libro, vuelve a aquellos hilos emocionales que la consagraron como una autora sensible, honesta y cercana.
Las palabras no siempre curan, pero a veces abren la puerta justa.
Con esa llave en la mano, cruzamos al otro lado de la historia y nos encontramos con Lidia, que abre su universo creativo con la misma transparencia con la que mira a través de su cámara.
¿De dónde nace esta novela? ¿Qué significa realmente “robar naranjas? ¿Y por qué tantas lectoras se ven reflejadas en sus páginas?
Lo descubrimos en esta entrevista.
¿Cómo nació Ladrona de Naranjas? ¿Hubo un momento clave que te llevó a escribirla?
Me encanta que me hagas esta pregunta porque sí que lo hubo. Siempre me ha gustado escribir pero nunca había tenido la “fortaleza” de compartirlo.
Hace un par de años fui a un retiro de escritoras en Madrid y me ayudó a conectar conmigo, a mostrar sin sentir el miedo a sentirte juzgada. Y a trabajar de una manera mucho más ordenada la novela: estructura, personajes… Finalmente, decidí que era el momento de mostrar al mundo a Ladrona de Naranjas.
Y ahí fue cuando conocí a Las Lolas Editorial, una editorial creada por mujeres con esa fuerza y valentía. Y que me están ayudando y aconsejando en esta aventura.

El título es muy evocador. ¿Qué simboliza para ti “robar naranjas”?
Sin desvelar mucho del final de la novela, te diré que robar naranjas simboliza el acto de atreverse. De desobedecer lo que se espera de ti para buscar los que realmente deseas, aunque no esté permitido.
Para mi, es un gesto de libertad, de deseo, de ruptura con lo establecido. Dijéramos que es el momento en el que una mujer deja de pedir permiso y empieza a elegirse.
¿Cuánto de ti hay en esta historia? ¿La sientes más como un reflejo personal o como un relato universal?
Hay mucho de mí, pero no es mi historia. Ladrona de Naranjas nace de emociones reales, de momentos vividos, de heridas que se parecen a las mías… Estela es una suma de muchas mujeres que conozco y que admiro.
Puedo decir que sí, que es personal pero también universal. Porque habla de soltar, de reconstruirse, de elegirse… Y eso, de una forma u otra, nos atraviesa a todas.

En el libro se percibe una tensión entre la nostalgia y la libertad. ¿Cómo manejas esa dualidad en tu escritura?
Nostalgia y libertad no se contradicen, sino que conviven. La nostalgia es lo que aún duele, lo que se recuerda con ternura o con peso. Y la libertad es lo que se elige a pesar de ese dolor.
En Ladrona de Naranjas escribo desde ese límite, desde la duda entre quedarse o marcharse. No hay decisiones fáciles para las mujeres que deciden romper una estructura, los pilares sobre los que vive asentada. Por eso, intento narrar esa transición con respeto, sin juicios.
La libertad, en mi novela, no es un camino recto. Es una conquista emocional repleta de sombras aunque también hay luz. Y creo que ahí es donde las lectoras se pueden encontrar: en ese punto exacto en el que ellas han tenido que elegir entre lo que fue y lo que puede ser.

¿Qué papel juegan los recuerdos y la infancia en la narrativa?
Gracias por plantear esta pregunta porque están muy presentes: desde el jazmín, el babi de la abuela… Los recuerdos y la infancia son la semilla en mi novela. Estela no puede romper con su presente sin mirar hacia atrás. Lo que calla, lo que aguanta, lo que desea… La infancia se filtra en gestos, en aromas, en silencios…
Y los recuerdos son como ese jazmín que aparece de pronto en la ropa o una foto: te acarician y te descolocan al mismo tiempo.
Personalmente, mirar atrás no es nostalgia, es autoconocimiento. Porque creo que no hay libertad real sin haber atravesado antes la memoria.
¿Dirías que *Ladrona de Naranjas* es una historia de pérdida, de huida o de redención?
Puedo afirmar que es una historia de las tres cosas. Porque a veces, perderlo todo es la única forma de encontrarse.
Estela pierde una vida que ya no le representaba, huye de sí misma y de lo que creía que debía ser. Pero en esa huida nace la posibilidad de renacer. Ladrona de Naranjas no juzga, no idealiza. Solo intento mostrar el vértigo de dejar atrás lo conocido y la valentía que implica empezar de nuevo, aún con miedo. Ahora si me das a elegir una única palabra… Me quedo con redención. Porque al final, Estela no busca salvar una relación, lo que busca es salvarse sí misma.
¿Cómo influye tu mirada fotográfica en la forma de contar historias?
Muchísimo. Como fotógrafa he aprendido que a veces un gesto, una mano que tiembla, una mirada que se desvía, una luz que te siluetea, puede contar mas que mil palabras.
Y eso es lo que intento trasladar a la escritura. Cada una de las escenas está pensada, está visualizada como si se tratase de una fotografía emocional: con composición, con atmósfera, con textura.
¿Escribir este libro te cambió como periodista? ¿Qué aprendizajes te llevas de este cruce entre géneros?
Sí, sin lugar a dudas. Como periodista siempre he buscado la verdad de los otros. En cambio, con Ladrona de Naranjas he tenido que buscar mi propia verdad. He pasado de contar historias desde la distancia a hacerlo desde dentro, desde lo que duele o transforma.
También, la ficción me ha dado una libertad que el periodismo no te permite. Y al mismo tiempo, mi trabajo como periodista, me ha ayudado a ser rigurosa, a construir una estructura sólida.
Dijéramos que la periodista busca respuesta y la escritora aprende a vivir con las preguntas. Y quedarme con las dos, es fascinante.

¿Qué reacciones te han conmovido más por parte de lectores o lectoras?
Aún estoy aprendiendo a vivir con eso, porque me emociono mucho cada vez que alguien me envía la foto con el libro en las manos. O cuando me dicen que me han visto a través de las palabras, en alguna frase muy mía, en alguna anécdota que introduzco casi escondida…
Pero sobre todo, lo que más me ha emocionado fue al recibir este mensaje de una persona desconocida: “He sentido que eras mi amiga, que estabas contando algo que nunca me atreví a decir en voz alta”. En ese instante comprendí que el libro ya no me pertenecía solo a mi, que Estela, sus decisiones, sus dudas, su deseo o su libertad se había vuelto el espejo para muchas mujeres. Y eso es el regalo más grande que me han podido dar.
¿Estás trabajando en un nuevo proyecto literario? ¿Podemos esperar otra historia con ese mismo pulso humano?
Sí, de hecho ya llevo la mitad escrita, pero esto es un secreto. El feedback de las personas a mi alrededor, me ha proporcionado el impulso para seguir adelante.
Es una historia que vuelve a hablar del amor, del legado, de la familia, de lo que se suele callar… Tiene esa mezcla de herida, de belleza, de cicatriz. Y, por supuesto, sigue latiendo con ese pulso humano.
Seguiremos viendo a Estela evolucionar, enfrentarse a nuevos retos que le pone la vida por delante. Y adelanto, que las almendras tienen mucho que contar en esta nueva historia.
Y quiero aprovechar estas líneas para darte las gracias por esta oportunidad, por vuestra labor en HoyLunes divulgando historias de personas anónimas, como es mi caso. Y que nos ayudan a conectar con más lectoras.
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