Entre calcetines desparejados y tazas de té interminables, descubrimos cómo las excusas más absurdas pueden convertirse en el freno —y a veces en la chispa— de la escritura.
Por Lidia Roselló
HoyLunes – Voy a confesar algo: a veces no escribo porque no me da la gana. Ya está, lo he dicho. Pero lo peligroso no es la pereza en sí, sino las excusas de alto nivel creativo que mi cerebro inventa para justificarse.
Y lo peor: me las creo.
Hoy te traigo un pequeño recopilatorio de mis favoritas, por si alguna vez te has pillado en la misma (y así al menos reímos juntas).
1. Necesito ordenar los calcetines por colores
Nada inspira tanto como un cajón perfectamente organizado ¿verdad? Pues no. Pero ahí estoy yo, doblando calcetines como si fueran capítulos. Spoiler: al final no escribí ni una frase y encima descubrí que me faltan pares: la lavadora los secuestra.
2. Diva me está mirando raro
Mi perrita tiene la capacidad de juzgarme solo con los ojos. Cuando me siento a escribir y la veo con esa carita de “¿de verdad vas a ignorarme?”, ya me levanto. Y lo peor es que termina ella con un paseo extra y yo con el documento en blanco.
3. Primero limpio la mesa… luego la casa entera
Empieza con una miguita molesta al lado del portátil y termina con un maratón de limpieza estilo anuncio de lejía. Resultado: yo agotada, la casa impecable, la novela en blanco.
4. Quizá debería aprender papiroflexia antes
Porque claro, doblar grullas de papel es, sin duda, un requisito indispensable para escribir una buena escena romántica.
5. Si no hago el té perfecto, no puedo escribir
La ceremonia del té da para un ritual entero.Y cuando por fin lo tengo listo… ya no me queda energía para abrir el documento.
6. Mañana será mejor día
La reina de las excusas. Es un clásico, como la canción que nunca pasa de moda. El problema es que mañana se convierte en pasado, y al final te sorprende el domingo con cero palabras escritas y mucho arrepentimiento.

La verdad es que podría seguir, pero me da un poco de vergüenza reconocer cuántas veces me he dejado llevar por estas justificaciones tan surrealistas. Aunque pensándolo bien… ¡también tienen su punto creativo!
Pero no nos engañemos: por muy divertidas que sean las excusas, las historias no se escriben solas.
Hay que abrir el documento, teclear la primera palabra y dejar que el personaje haga el resto.
¿Cómo vencer esas excusas?

Aquí te dejo dos trucos que a mí me funcionan:
•El temporizador de 10 minutos. Te prometes escribir solo diez minutos. Es tan poco que no asusta… y lo normal es que acabes escribiendo mucho más. ¡Te lo aseguro!
•La frase absurda. En lugar de esperar a que venga la inspiración, empiezo escribiendo cualquier tontería: “Estela odiaba los lunes tanto como las pelusas del suelo”. Luego la borro si quiero, pero ya he roto el hielo. Ese bloqueo de la primera frase que suele impedirte continuar.
•El soborno gastronómico. “Si escribo una página, me premio con un trozo de chocolate”.
Funciona. A veces tan bien que acabas con media tableta y un capítulo entero.
•El pacto con Diva. Le digo a mi perrita: “cuando acabe esta escena, salimos a pasear”.
Spoiler: no hay motivación más fuerte que unos ojitos brillando junto a la puerta.
•La táctica del ridículo. Me obligo a escribir la excusa que estoy poniendo (“hoy no escribo porque…”). Es tan absurdo releerlo, que al final me da risa y termino escribiendo en serio.
Y ahora cuéntame tú: ¿cuál es tu excusa más absurda para no escribir? Y no olvides nunca que estamos en La Habitación Naranja, ese rincón seguro donde puedes compartir tus dudas, tus textos y también tus manías de escritora sin juicio (aquí todas entendemos perfectamente lo de los calcetines).

#hoylunes, #lidia_roselló,