Una fábula angoleña entre la inocencia infantil, la sátira política y el anhelo de libertad que late en cada página.
Por Dioni Arroyo
HoyLunes – La literatura africana sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país, dado que nos encontramos inmersos en un proceso de colonización anglosajona y occidental, con fuertes sesgos europeos etnocentristas que no nos permiten valorar en toda su magnitud la riqueza cultural de otros pueblos.
Conocemos muy pocas obras escritas en el continente africano, y si se trata de la literatura en lengua portuguesa, seguro que nos costaría avanzar un solo título, y esa será mi misión con esta reseña.
Quiero hacer justicia histórica con una de las grandes obras de la literatura angoleña: ¡Quién fuera ola! —en portugués, Quem me dera ser onda—, publicada en 1982 por el poeta, abogado y profesor de lengua, Manuel Rui Monteiro, célebre escritor que dio letra al himno nacional de Angola.

La novela aparece en un momento convulso de la historia reciente del país. Angola consiguió la independencia de Portugal apenas siete años antes, y la literatura que apoyaban las instituciones, era de una exaltación patriótica y nacionalista que no podía durar mucho tiempo. También se libraba una cruenta guerra civil, por lo que no eran buenos tiempos para narrar historias alejadas de aquel contexto.
¡Quién fuera ola! narra las anécdotas de dos niños que deciden adoptar un cerdito, ante la imprevista aquiescencia de los adultos, que ocultan sus verdaderas intenciones.

El cerdito, llamado Carnaval da Vitória, vivirá como un aristócrata en el balcón del piso en el que residen los protagonistas, alimentado por una familia ansiosa por verlo crecer y engordar; para los niños, es solo un amigo más, un animal cariñoso y muy inteligente que muestra lo mejor de nosotros mismos, la mascota ideal. El relato está repleto de anécdotas y momentos hilarantes que muestran la ingenuidad de los niños y la bondad con la que observan el mundo. Según se avanza el relato, el autor nos deja entrever el ambiente bélico, y cómo los adultos intentan que los niños vivan alejados del sufrimiento; disfrutaremos de la fina ironía del autor, que cuestiona veladamente la hipocresía del mundo de los mayores y los supuestos valores patrióticos de los que tanto se enorgullece el país, transformando la novela a una alegre oda a la vida y en una sátira feroz de la política, la corrupción y las contradicciones de las ideologías de nuestro mundo. El título además es muy revelador, invitándonos al deseo de escapar, de alejarnos de la civilización para buscar otra realidad más sencilla, donde primen valores por los que valga la pena luchar.

Con un delicado tono de prosa poética, la novela recibió varios reconocimientos —el más representativo, el Premio Nacional Agostinho Neto por la calidad literaria y el mensaje que transmite— y se convirtió en un librito de lectura recomendada para los estudiantes de lengua portuguesa. En ocasiones fue comparado con El Principito de Saint-Exúpery o con Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, por la delicadeza con la que aborda el universo infantil y es capaz de describir sus sentimientos y esperanzas.
Lamentablemente, en muy poco tiempo las modas cambiaron y pasó a engrosar la amplia lista de grandes títulos injustamente olvidados.
Su lectura, además de dejarnos revivir momentos de nuestra más tierna infancia, nos permitirá conocer la historia contemporánea de Angola, y de cómo es posible escribir grandes novelas en momentos de guerra y muerte, en un momento en el que los gobernantes solo desean publicar panfletos pseudopolíticos de exagerado entusiasmo patriótico. Con el paso de los años, sin embargo, ¡Quién fuera ola! ha envejecido con elegancia, defendiendo unos valores universales y ofreciendo una lectura a las nuevas generaciones en las que se cuestiona la violencia y las guerras, con una prosa tan precisa, como un dardo que nos alcanza el corazón.

Una obra muy recomendable para el mundo actual.

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