Semillas de cambio: Mujeres que cultivan el futuro de la tierra

En el Palau-Castell de Betxí, más de un centenar de voces se reunieron en la III Jornada Internacional de Agroecología y Mujer, para debatir sobre los retos y oportunidades de un modelo agrícola justo, sostenible y humano.

Entre la piedra renacentista y el aroma de la tierra, la agroecología se alzó como un lenguaje universal de respeto, igualdad y esperanza.

 

Por M.ª Pilar Rueda Requena

Hoylunes – El pasado día 24 se celebró la «III Jornada Internacional de Agroecología y Mujer» en «Betxí (Castellón)». El evento estuvo coorganizado por la «Fundación Novessendes», la «Asociación Pau con Dignidad» y la «Cátedra de Agroecología José Luís Porcuna (UPV)».

El escenario para su realización fue el «Palau-Castell de Betxí», uno de los máximos exponentes de la arquitectura renacentista. Este monumento fue declarado «Bien de Interés Cultural» el 3 de marzo de 1997. Tras diez años de rehabilitación, es digno de visitar y, en una parte, actualmente se utiliza como «dependencias municipales». Su belleza y significado constituyeron un marco incomparable para una jornada que reunió a «más de 120 personas y a más de 10 entidades».

La jornada fue un «espacio de reflexión, intercambio cultural y presentación de iniciativas» y proyectos tanto a nivel local como internacional, todos relacionados con los «derechos humanos», la «transición eco-social» y la «defensa de los bienes comunes», como la tierra, el agua, el respeto a la naturaleza y la lucha contra el cambio climático.

Las entidades participantes son protagonistas de un cambio transformador en el sistema agrícola, promoviendo el «cultivo ecológico» y evitando el uso de «aguas tratadas químicamente».

El Palau-Castell de Betxí, acogió la III Jornada Internacional de Agroecología y Mujer.

El modelo económico «capitalista y consumista» nos conduce hacia una agricultura industrializada, diseñada para obtener la máxima rentabilidad a costa de los recursos naturales y humanos, provocando graves «impactos sociales y ambientales», e incluso repercusiones directas en la «salud de las personas».

Durante la jornada se hizo también referencia a la «violencia implícita» en la pérdida de valor y respeto por los cultivos tradicionales, cuyos orígenes en muchos casos son ancestrales. Semillas que han sido cultivadas generación tras generación, aportando historia y arraigo a la tierra, son hoy reemplazadas por «semillas híbridas o transgénicas», creadas en laboratorios.

El Palau-Castell de Betxí, joya del Renacimiento valenciano.

Por otro lado, la «agroecología» combina conocimientos tradicionales y científicos, promoviendo «sistemas agrícolas sostenibles, resilientes y justos». Su línea de acción se centra en «proteger la biodiversidad», «mejorar la salud del suelo» y «beneficiar a las comunidades rurales».

A nivel mundial, organizaciones internacionales, movimientos campesinos, gobiernos y países de «Asia, América Latina y África» están adoptando estos modelos agrícolas para reducir el uso y los efectos de productos químicos, fortaleciendo a las comunidades locales y promoviendo una «producción alimentaria más sostenible».

El objetivo principal de muchas iniciativas agroalimentarias es «proteger y defender la soberanía alimentaria», contribuyendo así al «empoderamiento de territorios y comunidades».

Es fundamental adoptar una visión integral de la alimentación, ya que “somos lo que comemos”.

Una de las investigadoras participantes, originaria de «Guatemala», habló como descendiente de los pueblos indígenas mayas y expresó su consideración del «agua y la tierra como objetos dotados de derechos».

Las aportaciones de la «Coordinadora Red Espacios Test Agrarios», desarrolladas por otra entidad, ponían en valor este trabajo en consonancia con la «agricultura y la ganadería de la zona», contando además con un mentor que acompaña y facilita el aprendizaje técnico, pudiendo ser «oportunidades laborales y de vida para jóvenes emprendedores».

La jornada reunió voces femeninas que cultivan cambio y conciencia en la tierra.

El impacto del tema de la agricultura en las «mujeres» varía en cada país, pero en todos ellos existen «sesgos coincidentes».

Por ejemplo, tanto en algunos países nórdicos como en Latinoamérica, las tierras cultivadas por las familias suelen ser «heredadas por los hombres». Si una mujer desea dedicarse a la agricultura, generalmente necesita buscar un esposo para poder trabajar en ellas.

De hecho, en muchos casos, aun si la primogénita es mujer, la herencia pasa a los varones siguientes en línea.

Sin embargo, a nivel mundial, la «participación de las mujeres en la agricultura» ha sido y sigue siendo muy significativa. A pesar de ello, enfrentan «obstáculos y desigualdades», como el acceso a conocimientos agrícolas, la tenencia de tierra y la obtención de créditos, lo cual limita sus oportunidades y desarrollo.

La agroecología representa una vía para construir «sistemas agrícolas sostenibles y justos» en todo el mundo. Aunque hombres y mujeres participan en la agricultura, la «desigualdad en el acceso a recursos y derechos sobre la tierra» persiste.

Las diferentes concepciones sobre la propiedad y la herencia influyen en la estructura social y económica del campo, afectando especialmente a las mujeres, quienes necesitan «mayor reconocimiento y apoyo» para mejorar sus condiciones y derechos en el medio rural.

Las concepciones sobre la «propiedad de la tierra» varían tanto cultural como legalmente. En algunos países, la tierra es vista como un «bien comunal o un derecho hereditario», mientras que en otros predomina el sistema de «propiedad privada».

Voces femeninas reivindican el respeto, la conexión y la vida que nace de la tierra.

Desde la perspectiva de la «economía del bien común», la naturaleza existe “per se” y debe ser utilizada por nosotros para su uso, siempre respetando principios como la «empatía ecológica», el «respeto» y el «cuidado».

En este enfoque, quien requiera una superficie debe limitar su uso y utilizarla sin coste alguno. La idea de «propiedad» se sustituye por la de «posesión y uso».

La responsabilidad en la distribución y regulación de las superficies destinadas a la explotación correspondería a los «ayuntamientos», como conocedores y cercanos de las características y posibilidades de sus entornos locales.

«Bolivia» fue el primer país en el mundo en incluir en su Constitución, en 2009, el «reconocimiento de los derechos de la naturaleza».

En esta reconexión con la naturaleza, se destaca la «importancia y necesidad del contacto físico con la tierra»; andar descalzos es una forma efectiva de sentirnos parte de ella.

En conclusión, esta jornada resaltó, a través de las voces de las propias protagonistas, la «vuelta a lo natural y ecológico» como una mirada compartida por el bien común.

Somos semillas de vida, amor y resiliencia: germinemos.

M.ª Pilar Rueda Requena      Escritora. Presidenta Asociación Valenciana para el fomento de la Economía del Bien Común (AVEBC)
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