La creación de la nueva Dirección General de Artes Escénicas y Música y el nombramiento de Javier Monsalve han sido recibidos por el sector como un gesto de futuro. En un país que arrastra precariedad, desigualdades territoriales, salas en crisis y una profesionalización incompleta, su llegada despierta esperanza en una transformación largamente esperada.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – Hay sectores que producen bienes. Y hay sectores, como las artes escénicas y la música, que producen algo más difícil de medir: identidad, memoria, sensibilidad colectiva. Cada teatro de barrio, cada sala independiente, cada danza, cada ensayo musical, es un latido cultural que mantiene despierta a España incluso cuando el país se distrae en sus urgencias.
Por eso, cuando el Ministerio de Cultura anunció la creación de la nueva Dirección General de Artes Escénicas y Música, muchos trabajadores del sector lo vivieron como algo más que una noticia administrativa. Era una señal —tímida, pero clara— de que la cultura escénica volvía a colocarse en el centro de la conversación institucional.
Y cuando se confirmó que Javier Monsalve asumiría su liderazgo, la reacción fue casi unánime:
“Por fin alguien con preparación, visión administrativa y sensibilidad humana.”
Funcionarios, creadores, técnicos, gestores… cada uno desde su trinchera cultural encontró en ese nombramiento un punto de apoyo. No porque un nombre solucione décadas de problemas, sino porque las decisiones correctas empiezan por las personas correctas.
Un sector que necesita aire y una estructura real
España ama sus teatros, su música, sus festivales, sus compañías. Lo demuestra en su creatividad infinita. Pero la otra cara de la moneda es más áspera: quien trabaja en cultura apenas puede vivir de ella.
De ahí que la llegada de una dirección general especializada —con tres subdirecciones dedicadas a Teatro y Circo, Música, Danza y Creación Interdisciplinar— se interprete como una oportunidad para mirar los problemas sin eufemismos. Porque sí, el talento está ahí. Lo que falta es estructura.

Problemas urgentes: los que duelen hoy
Precariedad laboral estructural
Actores, músicos, bailarines, técnicos… todos comparten la misma realidad:
Intermitencia, cotizaciones bajas, ingresos insuficientes.
El Estatuto del Artista avanza, pero la irregularidad sigue marcando la vida profesional del sector.
Infrafinanciación y desigualdades territoriales
Cataluña, Madrid o el País Vasco cuentan con ecosistemas robustos. Otras regiones sobreviven a pulso. La cultura continúa siendo la primera partida sacrificada en tiempos difíciles.
Saturación de oferta y poca visibilidad
España produce mucho, pero no todo encuentra escenario, público ni distribución. Las obras viven poco; los circuitos son escasos; la visibilidad, limitada.
Salas pequeñas al borde del colapso
Son la columna vertebral de la creación contemporánea, pero cargan con alquileres elevados, pocas ayudas y costes energéticos crecientes.
Falta de políticas de público
No hay estrategia nacional para acercar el teatro y la música a estudiantes, jóvenes y familias. Sin nuevos públicos, el sector envejece.
Problemas actuales: las raíces profundas
Un modelo económico poco realista
Demasiadas producciones dependen de subvenciones puntuales y taquillas insuficientes. Falta estabilidad y visión empresarial.
Débil apoyo a la creación contemporánea
Lo seguro y comercial eclipsa las nuevas dramaturgias, los lenguajes híbridos o la investigación escénica. España produce vanguardia, pero no siempre la sostiene.
Digitalización incompleta
El impulso digital de la pandemia desapareció rápidamente. Falta una estrategia real de archivo, producción online y monetización.
Gestión cultural insuficientemente profesionalizada
Todavía hay demasiada improvisación, excesiva vocación y poca formación especializada. Las buenas intenciones no sustituyen una estructura seria.

Problemas futuros: lo que está en juego
Pérdida de talento
Los jóvenes emigran. Los veteranos se hacen mayores sin relevo. La precariedad expulsa creatividad.
Competencia global
Las artes escénicas compiten contra gigantes digitales, plataformas internacionales y algoritmos que absorben atención.
Riesgo de repetición estética
Sin inversión en investigación artística, los lenguajes escénicos pueden estancarse.
Impacto acelerado de la Inteligencia Artificial
La IA no solo transformará la producción técnica, sino también la dramaturgia, la escenografía y el marketing. O el sector se forma ahora, o quedará rezagado.
¿Cómo mejorar? Una hoja de ruta realista
Profesionalizar la industria
Contratos adaptados a la intermitencia. Convenios actualizados. Sistemas de cotización que entiendan la naturaleza del trabajo artístico.
Reformar el modelo de ayudas
Menos subvenciones dispersas y más estabilidad estructural. Ayudas que premien innovación, continuidad y acceso ciudadano.
Crear una estrategia nacional de públicos
Educación artística obligatoria. Bonos culturales consistentes. Campañas de alcance nacional que expliquen por qué la cultura importa.
Impulsar la digitalización
Plataformas públicas de streaming escénico, archivos accesibles y modelos híbridos que amplíen audiencias.
Rescatar las salas pequeñas
Alivios fiscales, bonificaciones de alquiler y apoyo energético. Si caen estos espacios, cae el futuro.
Internacionalizar el talento español
Coproducciones estables, presencia en ferias europeas y oficinas de apoyo en el exterior.
Integrar la IA desde la ética y la creatividad
Formación urgente para que la tecnología complemente —y no sustituya— a la creación artística.

¿Por qué Javier Monsalve importa?
La trayectoria de Monsalve combina tres elementos poco frecuentes en puestos de alta responsabilidad cultural:
Formación sólida en administración pública, psicología y democracia.
Experiencia real en gestión institucional, desde la Función Pública hasta Cultura.
Una visión de servicio público que muchos del sector reconocen como necesaria.
Su llegada no resuelve mágicamente los problemas, pero ordena el tablero, da coherencia a la estructura y abre un ciclo donde la cultura escénica puede por fin recibir el mismo respeto que otras industrias.
Cuando los profesionales del sector celebraron su nombramiento, no celebraban a un héroe cultural, sino a un gestor capacitado para impulsar cambios.
Porque a veces, lo que una industria creativa necesita no es una estrella, sino un buen arquitecto.
Un escenario que puede volver a levantarse
España tiene talento, creatividad y una tradición escénica poderosa. Lo que le ha faltado durante años es estructura, estabilidad y un liderazgo capaz de unir a todos los actores.
La creación de la Dirección General y la llegada de Javier Monsalve no son un final: son el inicio de una reconstrucción necesaria.
Devolver dignidad laboral, fortalecer las salas, mirar al futuro digital, formar públicos y abrazar nuevos lenguajes no es una tarea sencilla. Pero por primera vez en mucho tiempo, el sector percibe que el camino no está cerrado.
España siempre ha sido un país que canta, baila, actúa, improvisa y crea.
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