«Bajo el cielo, frente al mar» de Ainhoa Corts una novela sobre el precio de la lealtad, la grieta entre generaciones y la belleza de resistir desde la ternura.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – Ainhoa Corts se presentó a la literatura con una libreta. Nació en Vic, Barcelona en 1989 y reside en Muntanyola, en el Prepirineo catalán, entre montañas que parecen custodiar recuerdos. Historiadora de formación en Girona y especializada en la Université Toulouse Jean-Jaurès. Comenzó a trazar sus primeras sendas narrativas con dos relatos —»L’alè de les ànimes mortes» (2017) y «El silenci de les paraules» (2019)— publicados en la colección «La lluna en un cove», organizada por el ADET. Ambos textos, anclados en épocas remotas, ya dejaban entrever su inclinación por los silencios de la historia.
Su participación en diversos proyectos de investigación y su labor en la recopilación de testimonios de la Guerra Civil española le permitieron acercarse, con respeto y escucha, a las vidas de quienes huyeron de un país en llamas para encontrarse con otra guerra en tierras europeas. De ese tejido de voces, memorias y exilios, nace la inspiración que da forma a «Bajo el cielo, frente al mar».
Antes de su primera novela, «Bajo el cielo, frente al mar», Ainhoa ya había recorrido muchos caminos: los del lenguaje, los de la memoria. Su vida ha estado entretejida con palabras desde la infancia, pero como una herramienta para pensar, para sostenerse, para no olvidar. Su obra nace del deseo de comprender. De preguntarse —como quien escribe a mano para no traicionar el ritmo del pensamiento— por qué somos como somos, y cómo nos cambia la historia.

Leer a Ainhoa Corts es sentir que alguien convierte el silencio en paisaje. Hay en sus palabras algo más que narrativa: un murmullo interior que viene de lejos, como el viento que atraviesa un bosque y deja al lector inmóvil frente a la ventana. Su novela, «Bajo el cielo, frente al mar», no se lee: se escucha por dentro. Es un libro que respira desde la primera página, que se enciende como el sol en una costa remota, y que tiene la capacidad rara de entrelazar la verdad y la ficción con hilos de ternura y decisión.
Ainhoa no escribe desde la urgencia del reconocimiento. Escribe desde una habitación pequeña, su refugio convertido en biblioteca, donde manda ese desorden organizado que solo entienden quienes han aprendido a convivir con muchas vidas posibles. Allí, junto a una ventana que siempre debe estar abierta, mira hacia el bosque y deja que el mundo exterior respire mientras ella inventa mundos nuevos. Ese es su ritual, su única ley interna. Quizás por eso, cada escena de su novela está impregnada de ese oxígeno invisible que da vida a la ficción cuando nace desde la observación y la memoria.
«Bajo el cielo, frente al mar» es, en esencia, una novela sobre la lealtad y el precio de la herencia. Ambientada en el tranquilo pueblo de Ploemeur, en la Bretaña francesa, sigue la historia de Martin Leblanc, un niño criado al margen de las decisiones turbias de su familia tras el crac del 29. Cuando su abuelo, tras un coma, decide imponerle una educación rigurosa con un tutor español, Martin entra sin saberlo en el engranaje de una historia mucho mayor. El tiempo, la guerra, el amor y el exilio moldean su destino hasta convertirlo en un joven que deberá enfrentarse a su linaje, desobedecerlo, y apostar por una ética personal que lo llevará al límite.
Es en esa grieta entre generaciones, entre pasado y futuro, donde Ainhoa coloca la piedra angular de su narrativa. Porque su escritura nace también de ese legado, de los susurros familiares que atraviesan el tiempo. Su abuela, de 94 años, leyó el manuscrito con un lápiz en la mano, como hacía siempre para no olvidar lo importante. Al terminar, le dijo: «Martin habla como tu abuelo. Usa sus mismas frases». Y Ainhoa entendió que sin querer, había traído a la vida esa voz que ya no estaba. Hoy guarda esos apuntes con más valor que cualquier crítica. La literatura, a veces, tiene el poder de resucitar lo amado.

Con este libro, Ainhoa Corts no solo debuta como autora: se define como alguien que elige la escritura como acto de amor, no de vanidad. Ha descubierto que crear personajes es también una forma de reconciliarse con uno mismo, que escribir puede ser una forma de sanar, de entender, de mirar con nuevos ojos la historia que nos contaron y decidir si seguirla o romperla.
La crítica, dice, la recibe como un regalo en dos partes: por un lado, el elogio la reconforta; por otro, la observación la desafía. Ainhoa celebra las voces que señalan con respeto lo que puede mejorar. Porque para ella, la crítica bienintencionada —incluso la que duele— es el termómetro más honesto de cómo crece un autor.
Ainhoa Corts y su libro «Bajo el cielo, frente al mar» forman parte del proyecto «Detrás de cada libro hay una historia», impulsado por el Consejo Literario Independiente de «Viajes Literarios» y «Drama Social», que reúne a autores de distintas nacionalidades para celebrar la diversidad literaria contemporánea. Su publicación en español busca resonar primero en los corazones hispanohablantes antes de cruzar fronteras.
«Bajo el cielo, frente al mar» es una invitación a mirar hacia dentro. A escuchar lo que queda cuando todo lo demás calla, es como abrir una carta largamente esperada. Y al terminarla, uno no vuelve a mirar su propia historia de la misma manera.
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