Vivir aquí es mágico… no quisiera volver a estar entre el cemento y la contaminación… prefiero esta vida lenta, pero gratificante.
Por Luis Alfonso Montes Idarraga
HoyLunes – En medio de la exuberante selva, se levanta una población símbolo de la pujanza de una raza que, entre dificultades, ha aprendido a sobrevivir en un oasis magnífico, pero con las necesidades latentes de un capitalismo que obliga a realizar cualquier cosa, con tal de conseguir algo para comer.
No es extraño encontrar entre sus lugareños, historias mágicas de brujas, duendes y creaciones sin sentido, que por años han permitido a sus pescadores ganarse la atención y de paso, sacarle partido a una sobrevivencia sin afanes, con una ausencia de modernismo que más que molesto, produce un placer infinito. Traer algo de pesca para el día, es más que una meta, es todo. Aquí el futuro se planea cada mañana y si el tiempo lo permite, habrá dinero para pagar una extensa pila de cervezas. “… solo importa salir al mar temprano, aprender que con pescar unos cuantos bravos, es suficiente… y dejar pasar el tiempo… ” Entre risas y con un relato pintoresco, este es un día cotidiano en el pacifico colombiano.
Como en los cuentos de los viejos marineros, aquí también las ballenas Jorobadas aparecen desde siempre. Este espectáculo único, permite que miles de visitantes de todo el mundo, disfruten de estas criaturas gigantes saltando sobre el agua como una muestra del poder que ejercen sobre la naturaleza, estos seres magníficos deleitan a un sin número de turistas.

Las yubartas, cetáceos en vía de extinción, son probablemente en esta parte del mundo, el origen de mitos y leyendas que van desde monstruos marinos, hasta los cantos de hermosas sirenas, que incluso en nuestros días, hacen que expertos buceadores experimenten o se sientan desorientados, probablemente por la fuerza que producen esas notas musicales resonando casi en sus entrañas. “… Yo estaba realizando mi rutina entre los arrecifes, cuando sentí un extraño, pero no molesto sonido que estaba por todos lados… era como sentirme cerca del paraíso… si me entiende… con trompetas, como ángeles anunciando el fin…” Después de contar su historia como poseído por un don especial, Enrique García, “El Loco” como es conocido en Ciudad Mutis, recupera el aliento y después de un largo trago de cerveza, continúa contando lo que para algunos no es más que el resultado de su imaginación o quizás fruto de todo lo que le tocó vivir en las metrópolis donde habitó casi la totalidad de su vida.
“…yo sé que usted no me cree…pero quiere que le diga una cosa, las ballenas tratan de decirle algo a uno. Cuando uno está muy cerca de ellas, es como un lamento que obliga a permanecer sin movimiento…es como un llamado a no mover un dedo, como le dijera…la verdad… es que no tengo palabras…”
Este bogotano mezcla de cachaco y costeño, es un animador que después de vivir la experiencia y el arrobo de la naturaleza en pleno, volvió pero a quedarse para siempre en esta parte del planeta, donde existe sólo una mínima presencia de contaminación. Mariela su esposa, que nunca cocinó mientras vivió en la capital colombiana, quizá por los afanes o porque entre sus raíces no era muy chic, un día decidió iniciar su negocio culinario, sin imaginar los excelentes resultados, que hoy le han dejado un legado que va de voz en voz.

En sus 15 años viviendo entre indígenas, afrodescendientes y visitantes de los lugares más recónditos del mundo, este hombre servicial y bien plantado cundinamarqués, se ha labrado un nombre como responsable de numerosos grupos de buzos que bajo su orientación, aprenden a sumergirse entre blancos y magníficos corales que resguardados por un grupo de ambientalistas, son el deleite de propios y extraños, en un espacio verde esmeralda, que fue bautizado como la Ensenada de Utría, hoy considerado uno de los más hermosos lugares del mundo. “… mire, ese cuento de que las sirenas se lo roban a uno tiene su explicación. Cuando las ballenas cantan… o se comunican entre ellas, la noción del tiempo es extraña… y uno quiere responder ese llamado, es como un canto marino que atrae… y si uno no reacciona, claro… se queda, pero sin oxígeno y puede hasta hiperventilarse o morirse, de ahí todos esos cuentos que las tradiciones orales dan sobre estos hermosos y míticos seres…”

Nacido en Florida, Estados Unidos, Enrique García, es el fruto del amor de un par de colombianos que decidieron emigrar en los años 60, en busca de mejores oportunidades y que por los avatares de tal emprendimiento, lograron una estabilidad que les permitió regresar al país, cuando Enrique tenía 17 años y después de vivir una buena temporada en la sabana de Bogotá, hoy es considerado en el pacífico para unos y otros como un lugareño más.

Entre sus actividades para ganarse la vida, está la organización de excursiones de buceo donde no pierde espacio para comunicarse con los extranjeros, quienes encuentran miles de preguntas en un lugar de espléndidas playas, caídas de agua y, en fin, la presencia de grupos nativos, quienes ahora mezclados con algo de modernismo, han aprendido a vivir de los visitantes que los admiran y quieren llevar algo de sus trabajos artesanales o tan solo tener un poco de tiempo para escuchar sus historias.
“… vivir aquí es mágico… no quisiera volver a estar entre el cemento y la contaminación… prefiero esta vida lenta, pero gratificante…”. Para este colombiano rebuscador, estar en el Pacífico es conocer una patria de exportación, un mundo todavía virgen en muchos aspectos, que espera ser descubierto no solo por extranjeros, sino por sus propios compatriotas. El Chocó un destino único donde volver.
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