En ese instante, bajo el manto estrellado del cielo, Clara y Alejandro sellaron su amor con un abrazo que prometía eternidad.
Por Any Altamirano
Hoylunes – En la inmensidad de la vida, donde los destinos se entrecruzan y las almas se buscan, Clara y Alejandro encontraron en el otro el refugio perfecto para sus corazones. Desde el momento en que sus manos se entrelazaron por primera vez, una chispa inextinguible se encendió entre ellos, uniendo sus almas en una danza eterna de amor y comprensión.
«Alejandro, mi vida», comenzó Clara, su voz tejiendo melodías de cariño en el aire, «desde que nos encontramos, mi corazón ha sido irrevocablemente tuyo. Tus pensamientos, tus sueños, y cada latido de tu corazón resuenan en mi ser. En los momentos de adversidad, busca siempre el refugio de mis brazos, pues en ellos encontrarás la paz y el calor de mi amor incondicional».
Las palabras de Clara eran un faro de luz en la oscuridad, un recordatorio constante de la fortaleza que encontraban en su unión. «Nunca permitas que el silencio construya muros entre nosotros», continuó ella, «tus palabras, tus mensajes, son el sol que ilumina mis días, y cada momento compartido contigo es un tesoro que guardo en lo más profundo de mi alma».
Alejandro, movido por las palabras de Clara, la miró con ojos llenos de admiración y gratitud. Su capacidad para dibujar sonrisas en los días más grises, para ser el bálsamo en tiempos de tormenta, era el regalo más precioso que había recibido. «Clara, mi amor, tu fuerza y tu luz me guían. Contigo a mi lado, siento que podemos reírnos de los problemas, enfrentar cada desafío con un corazón valiente y lleno de esperanza».
«Quiero que sepas», concluyó Clara, su voz temblorosa pero firme, «que mi amor por ti no conoce límites. Se fortalece con cada prueba, con cada momento compartido. Te amo con toda mi alma… Abrázame y prométeme que nunca soltarás mi mano».
En ese instante, bajo el manto estrellado del cielo, Clara y Alejandro sellaron su amor con un abrazo que prometía eternidad. Un amor que se negaba a ser apagado por las tempestades de la vida, un amor que, como las olas del mar, se renovaba y fortalecía con cada amanecer.
Y así, entre risas y lágrimas, promesas y sueños, Clara y Alejandro continuaron su viaje, dos almas entrelazadas por un amor indelible, un amor que se elevaba por encima de la vida misma, dejando un eco eterno en el corazón del universo.
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El diario de clara y Alejandro
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