La Rapidez del Cambio y la Necesidad del Sentido Crítico en la Era Tecnológica

Cuando la tecnología acelera la vida hasta el vértigo, el pensamiento crítico se convierte en el único refugio frente al ruido y la inmediatez.

 

Por Claudia Benitez

HoyLunes – Los seres humanos sentimos que la realidad se mueve demasiado rápido frente a nuestra capacidad de asimilación. Probablemente, en cada época las personas hemos experimentado que la vida se nos escapa de las manos y que lo real se transforma antes de poder comprenderlo plenamente. Hoy esa percepción se intensifica con los avances tecnológicos, que modifican radicalmente nuestra relación con el mundo, con los otros y con nosotros mismos. Vivimos en el presente, nuestros momentos son los únicos que tenemos y, en esa medida, los únicos que nos importan, olvidando que no somos los únicos a reflexionar el universo.

Lo que antes tardaba siglos en cambiar ahora puede transformarse en meses, días, horas, minutos o incluso segundos. La tecnología ha acelerado los procesos de comunicación, producción, transmisión de conocimiento e interacción social, hasta el punto de que resulta difícil mantener un discurso coherente frente a tanta velocidad. Estamos inmersos en un flujo incesante de palabras, imágenes y anuncios que compiten por nuestra atención, moldeando nuestra percepción de la realidad sin que nos demos cuenta.

La avalancha de información digital nos empuja a vivir con la sensación de que todo ocurre demasiado rápido. Foto: HoyLunes

Uno de los aspectos más preocupantes de esta dinámica es el modo en que el lenguaje se convierte en herramienta de condicionamiento. Las palabras que consumimos, filtradas por los algoritmos de los medios y plataformas digitales, seleccionan y jerarquizan la información a la que tenemos acceso. Esa mediación constante nos hace creer que decidimos por nosotros mismos, cuando en realidad muchas de nuestras opiniones están formadas o reforzadas por discursos ajenos que se nos presentan como naturales o inevitables.

En este contexto, la construcción de un sentido crítico se vuelve una tarea urgente. No se trata de rechazar la información que recibimos, sino de aprender a confrontarla, compararla y analizarla desde diferentes perspectivas. Observar cómo un mismo hecho es narrado en distintos medios, identificar las estrategias lingüísticas que buscan normalizar ciertas ideas o legitimar determinadas posturas y reconocer el peso de la repetición y de la selección de vocablos, son pasos fundamentales para desarrollar autonomía intelectual. Solo así podemos defendernos de una colonización silenciosa del pensamiento.

Entre pantallas y algoritmos, el pensamiento crítico se convierte en la brújula más necesaria de nuestro tiempo. Foto: HoyLunes

Tanto la ciencia como el arte, son espacios insustituibles para educar en el constante cuestionamiento, tanto individual como colectivo. A diferencia de los discursos mediáticos que suelen ofrecernos respuestas prefabricadas, ellos nos enfrentan a la realidad de un modo inesperado, invitándonos a formular preguntas más que a encontrar soluciones inmediatas. La pintura, la literatura, la física, el cine, la química, la música, el teatro, las matemáticas, entre otros, son espacios donde la experiencia estética o científica despierta dudas, incomodidades y reflexiones que ponen en tensión las certezas impuestas. El efecto crítico del arte o la ciencia no consiste en darnos una verdad acabada, sino en abrir la posibilidad de múltiples interpretaciones.

El arte y la ciencia nos devuelven la pausa: un espacio para la duda, la contemplación y la libertad intelectual. Foto: HoyLunes

De este modo, las construcciones de nuestro entendimiento se convierten en un contrapeso frente a la uniformidad del discurso mediático, ofreciendo un refugio frente a la inmediatez y la superficialidad de la información. Nos obligan a detenernos, a contemplar, a dialogar con lo que vemos y sentimos y, en consecuencia, a pensar con mayor profundidad.

En un mundo donde la velocidad amenaza con diluir el sentido, el arte y el conocimiento nos devuelven la pausa y nos recuerdan que el pensamiento se alimenta de preguntas, que la comprensión profunda requiere tiempo, reflexión y cuestionamiento constante, y que somos solo un lenguaje de la naturaleza entre tantos otros que aún no comprendemos. Nos enseñan que el sentido no se impone, se construye y que nuestra capacidad de asombro y pensamiento crítico es lo que nos permite situarnos con conciencia en el mundo, reconociendo nuestra posición como parte de un vasto entramado de realidades aún por descubrir.

Claudia Benitez. Escritora.

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