Cine al borde del silencio: la Seminci cierra su círculo dorado

La 70ª Semana Internacional de Cine de Valladolid se despide entre emoción, memoria y controversia. Mia Hansen-Løve recibe la Espiga de Honor, mientras Lav Díaz, László Nemes y Nadav Lapid cierran la Sección Oficial con obras que desafían la comodidad del espectador.

 

Por Jorge Alonso Curiel

HoyLunes – Y llegamos este viernes a la última jornada de la Sección Oficial. El festival se clausurará el sábado con la gala de entrega de premios que comenzará a las 20 horas en el teatro Calderón, y que presentarán las periodistas Elena Sánchez y Pepa Blanes y la actriz Llum Barrera. Se retransmitirá en directo por La 2 de RTVE.

A su final, los espectadores asistentes podrán disfrutar de la proyección de clausura y fuera de competición, la última película de David Trueba, Siempre es invierno, adaptación de su propia novela, Blitz, publicada en 2015, y que narra en clave tragicómica la historia de Miguel (David Verdaguer), un arquitecto en plena crisis de la mediana edad, que viaja a Lieja para asistir a un congreso acompañado de su novia (Amaia Salamanca). Allí romperán la relación y Miguel decidirá quedarse unos días en Bélgica. Entonces, conoce a Olga, una voluntaria mayor que él que le hará replantearse su vida.

Mia Hansen-Løve recibe la Espiga de Honor con serenidad y gratitud: “Este premio me da fuerza para seguir buscando”. Su cine, íntimo y humanista, sigue marcando el pulso del autor europeo.

Espiga de Honor a la cineasta Mia Hansen-Løve

En la tarde del viernes, en el teatro Calderón, y antes de la proyección de Magallanes, de Lav Díaz, Seminci entregó de manos de su director José Luis Cienfuegos y de Serge Toubiana, antiguo director de la Cinemateca Francesa y de la revista Cahiers du Cinéma, y que también ha formado parte del Jurado Internacional de esta edición, la Espiga de Honor a la cineasta y actriz parisina Mia Hansen-Løve (1981).

Dueña de un estilo personal, figura clave del cine independiente actual de su país, su universo intimista, emocional y humano reflexiona sobre el amor, el desamor y la familia desde lo más cotidiano, con unos personajes que buscan en continua expedición la felicidad y en los que el arte y la cultura tiene mucha importante en ellos.

Autora de ocho largometrajes, destacan Todo está perdonado (2007), o El Porvenir (2016), con el que ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín.

“Este premio tan bonito que recibo esta noche no lo tomo como alguien que lo merece, sino como un estímulo que me va a dar la fuerza para continuar con esta búsqueda indefinida que empecé con mi primera película y que espero que me siga durante toda mi vida”, dijo la cineasta, que recordó también lo difícil que le está resultando sacar adelante el proyecto en el que está inmersa actualmente, una película histórica con una heroína como mujer.

El joven protagonista de “Orphan” encarna la furia y la confusión de una generación marcada por las heridas invisibles de la guerra.

Orphan, de Lásló Nemes

Los espectadores pudimos ver la tercera película del gran director y escritor húngaro Lásló Nemes (1977) que compite por la Espiga de Oro.

No olvidamos su cruda como maravillosa ópera prima con la que impactó y conmovió al mundo en 2015, El Hijo de Saúl, una intensa, original y desasosegante historia ambientada en un campo de concentración nazi que nos dejó boquiabiertos, y aún seguimos estándolo. Con ella se hizo con el Gran Premio del Jurado en Cannes y con el Óscar y el Globo de Oro a Mejor Película Internacional.

La estética impecable de László Nemes regresa en “Orphan”, una historia sobre identidad, memoria y los fantasmas del pasado.

En Orphan, el horror y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial también están presentes. Basado en su propia historia familiar, cuenta una historia ambientada en Budapest, en 1957, después del levantamiento contra el régimen comunista. El protagonista es Ardor, un inquieto y furioso adolescente en pleno descubrimiento del mundo que se verá sorprendido cuando su padre, al que se le daba por muerto, regresa al hogar. Lo que ocurre es que Ardor, en este hombre violento y maltratador, no reconoce a aquel padre que conoció cuando él era un niño. ¿Quién será ese hombre?

Escrito por el propio director y por Clara Royer, y con producción húngara, británica, francesa y alemana, la película trata sobre la identidad, el paso del tiempo, las heridas de la guerra, la familia, la difícil etapa de la adolescencia, el maltrato. Es una película de impecable factura, con una bella fotografía y una estupenda ambientación. También los actores son lo mejor de esta historia llena de dolor y desencanto. Sin embargo, no posee la fuerza de aquella su primera película y resulta un film correcto, que no queda en el recuerdo, porque no llega a conmovernos ni empatizamos nunca con este chico. Esperamos siempre mucho más de este buen director.

Lav Díaz durante la presentación de “Magallanes”: su cine contemplativo y espiritual convierte cada plano en un acto de resistencia poética.

Magallanes, de Lav Díaz

El espectador que se acerque a esta producción de 163 minutos, producida por Albert Serra, no se espere una adaptación biográfica, megalómana y comercial de las que haría la industria norteamericana acerca de la figura del joven marino Fernando de Magallanes en su descubrimiento de Filipinas, y después de su personal descenso a los infiernos una vez en tierra. Para nada.

El inconfundible estilo del cine del director filipino de larga y reconocida trayectoria Lav Díaz (1953) es puro cine de autor contemplativo, experimental, con una mirada realista y sobre lo cotidiano, realizado con pocos medios, repleto de suaves y largos planos secuencia y de largos planos inmóviles, pero que no está exento de poesía y humanidad. Es cine de silencios, espiritual, hipnótico. Y esta vez se acerca a una de las figuras históricas de la conquista más interesantes, protagonizada por el actor mexicano Gael García Bernal, en esta cinta que intenta ser toda una aventura desde un estilo muy marcado.

Gael García Bernal interpreta al navegante portugués en “Magallanes”, una odisea interior filmada con la mirada hipnótica de Lav Díaz.

Quien logre emocionarle el mundo y el estilo de este director, tendrá en Magallanes una obra magistral. Pero quien no entre en este mundo tan lejano al cine comercial, se aburrirá más que una ostra. Vamos, que no queda indiferente. Para un tipo de espectadores.

Yes!, de Nadav Lapid

Tampoco deja indiferente, pero para nada indiferente, la siguiente película que vimos y que compite en Sección Oficial.

Yes! es una película israelí, de 149 minutos, que trata sobre el genocidio que está cometiendo este país en Gaza. Es una respuesta y una reflexión del director israelí Nadav Lapid (1975), en forma de sátira política, muy intenta, impactante, por momentos horrorosa. Película muy directa sobre la historia de un saxofonista de jazz que reside en Tel-Aviv junto a su esposa y su hijo, al que le encarga el gobierno una nueva letra para el himno nacional que celebre la destrucción de Palestina.

Sabiendo todo lo que ha ocurrido y ocurre, ver la película provoca mucho dolor y preocupación. Es una cinta que vale la pena verla porque muestra las contradicciones y los conflictos que sufre el director con su país. Una experiencia impactante, como por momentos desoladora.

Hasta aquí la 70ª edición de Seminci. Como siempre ha merecido sentarse durante muchas horas ante las pantallas de los cines de Valladolid para cubrir uno de los festivales del país más queridos por los espectadores y por los profesionales del audiovisual. El año que viene, mucho más.

Jorge Alonso Curiel. Periodista, redactor, escritor, crítico cinematográfico, fotógrafo. Licenciado en Filología Hispánica. Socio del Círculo de Escritores.
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