Entre decisiones amargas y amores perdidos, la historia se despliega como un trágico poema, donde las lágrimas son la tinta que escribe el dolor.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En el silencio de sus elecciones, se teje un pesar que su corazón lleva como un lastre. Cada elección, como un dictador implacable, le deja el regusto amargo del arrepentimiento. El camino que elige parece ser siempre pavimentado con desilusiones, y sus pasos, en lugar de avanzar, parecen danzar en una espiral de dolor.
No encuentra consuelo en las decisiones que toma, y su vida se convierte en un eco de lamentos. Como un secreto a voces, sus elecciones resuenan en la soledad de su alma, marcando cada día con la carga de lo que pudo ser y no fue. La casa a la que regresa se convierte en un refugio de amargura, donde el sabor del café solo se mezcla con la melancolía de sus pensamientos.
En su monólogo interno, su corazón está cansado, agotado por la rutina de elecciones que lo arrastran hacia un abismo de desencanto. Los días se suceden, indiferentes a su sufrimiento, y él se sumerge en la tristeza de una vida que no logra satisfacer.
A veces, la mujer que ama se convierte en el eje de sus elecciones equivocadas. El camino que elige para su dolor parece estar destinado a recorrerlo una y otra vez, como una danza macabra que lo atrapa en su espiral de autodestrucción. Se convierte en una historia que la gente cuenta con susurros de compasión y juicio, mientras él, en la penumbra de su desdicha, clama por la piedad de su propio corazón.
Cuando intenta buscar consuelo en sus propias súplicas, su corazón, en un acto de libertad aparente, le responde con la frialdad de quien se sabe libre de ataduras. Él, un ser humano con derechos a la felicidad, se ve atrapado en la paradoja de vivir una vida que parece negarle ese derecho fundamental #ehabsoltan, #limoneroII,
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