En este cuento romántico, su amor era la fuerza que desafiaba la efímera naturaleza del tiempo, creando una historia que resonaría en los anales del amor eterno.
Por Ehab Soltan… La segunda parte de la novela {LimoneroII}
Hoylunes – En el cálido crepúsculo antes de despedir el año, sus palabras resonaban en el corazón del hombre como una melodía eterna. «Eres la mujer más importante de mi historia», murmuró, mientras el susurro del viento llevaba consigo la promesa de un amor que trasciende el tiempo.
Con la llegada del nuevo año, su devoción creció en proporciones que las palabras no podían medir. Ella se convirtió en un misterio, un enigma que no podía ser descifrado ni limitado por horas o días. Ella era simplemente «su mujer», un título que contenía el peso de un amor que desafiaba la temporalidad.
No importaba el tic-tac del reloj o los nombres que los años trajeran consigo; ella persistía como mujer en todo momento. En su mirada, él encontraba la eternidad, y en su presencia, descubría la atemporalidad del amor.
«Te amaré… y siempre te amaré», proclamó, sellando sus palabras con la promesa de un amor inquebrantable. En su corazón, ella era más que una mujer; era el epicentro de su historia, la protagonista indiscutible que daba sentido a cada capítulo de su vida.
Levantar banderas en su honor era su manera de inmortalizar su amor. Como un guerrero enamorado, él declaraba su devoción al mundo, un mundo que palpitaba al ritmo de su amor compartido.
«No te preocupes como un pájaro durante las vacaciones», le aseguró, prometiendo que su amor no sería efímero ni vulnerable al paso del tiempo. Este fuego ardiente, alimentado por la esencia de ella, nunca se consumiría como un haz de paja.
En el ruido mundano de luces brillantes y adornos, él solo veía la luz de su mirada, el adorno de su presencia y la melodía de su risa. Nada más importaba; los festines de Navidad palidecían ante la celebración constante de su amor.
Los recuerdos se tejían con los hilos de su voz, la fragancia de su perfume y la ternura de su rostro. Cada instante a su lado era una celebración, y en sus brazos, él encontraba la dicha de un pájaro asustado que halla refugio seguro.
«No se preocupe por el futuro, mi señora», le dijo con una convicción profunda. Su anhelo no solo persistiría, sino que crecería en fuerza y magnificencia. Ella, la señora del mundo, la primera en todo, era el faro que guiaba su nave en el vasto océano del tiempo #ehabsoltan #limoneroII
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