Élkar, que mi amiga Laura describe como una joya culinaria escondida en las alturas de la Torre del Emperador de Castellana.
Por Ehab Soltan
Hoylunes – La mesa estaba cubierta por una fina vajilla, y los aromas del azafrán y los mariscos llenaban el aire. Laura Rieiro, siempre elegante, jugueteaba con una copa de vino blanco mientras yo la miraba con curiosidad. Su semblante irradiaba esa mezcla única de sabiduría y ternura que la hacía inolvidable.
—Dime, Laura —dije, rompiendo el silencio—, ¿qué opinas de la comida valenciana?
Ella sonrió con esa expresión que siempre prometía una respuesta inesperada.
—Valencia es la ciudad de la luz. Todo aquí tiene un sabor especial, desde su gastronomía hasta su gente. Pero… —hizo una pausa dramática—, ¿por qué no visitas Madrid más a menudo?
Me reí, sintiendo su mirada inquisitiva.
—La falta de tiempo siempre me detiene. Madrid es un lugar querido para mí, pero el trabajo me consume.
Laura ladeó la cabeza, como si estuviera evaluando mis palabras. Luego, con un destello en sus ojos, preguntó:
—¿Y has comido en Élkar cuando visitas Madrid?
Negué, confundido.
—Nunca he oído hablar de Élkar.
Ella dejó la copa con un leve tintineo.
—Entonces no has visitado Madrid de verdad.
Arqueé las cejas, intrigado.
—¿Por qué dices eso?
Laura se inclinó hacia adelante, su voz un susurro conspirativo.
—Porque Élkar no es solo un restaurante; es una experiencia que cambia tu percepción de la comida, de la ciudad… incluso de la vida.
Laura comenzó a narrar con una pasión que hacía que las palabras tomaran vida.
—Ubicado en la planta 33 de la Torre del Emperador de Castellana, Élkar ofrece vistas que te hacen sentir como si Madrid estuviera a tus pies. Pero lo que realmente lo hace especial es su propuesta gastronómica. Imagina esto: tallarines de bogavante acompañados de algas codium que traen el sabor del océano a tu plato. O mero cocido en mantequilla blanca con judías confitadas, una explosión de tradición y modernidad en cada bocado.
—¿Y los postres? —pregunté, sintiéndome atrapado por su entusiasmo.
Laura sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—La tarta de queso cremoso con relleno de nueces es un final que acaricia el alma.
Su descripción me dejó en silencio por un momento. Luego dije:
—Parece un lugar sacado de un sueño.
Laura asintió.
—Lo es. Y no solo por la comida. Élkar representa lo mejor de la gastronomía mediterránea fusionada con técnicas innovadoras. Es como si el pasado y el futuro se encontraran en cada plato.
Inspirado por las palabras de Laura, decidí tomar una decisión espontánea.
—Laura, la próxima vez que vaya a Madrid, será contigo. Y Élkar será nuestra primera parada.
Ella sonrió, complacida.
—Eso será un viaje que no olvidarás.
La noche continuó con risas y promesas de futuros encuentros. Pero algo en mí había cambiado. Las palabras de Laura habían despertado mi curiosidad por un restaurante; habían encendido un deseo de redescubrir Madrid, una ciudad que creía conocer, pero que ahora me parecía llena de secretos por revelar.